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lunes, 19 de abril de 2010

Laocoonte y sus hijos - Laocoonte and his sons – El Greco


El Greco
A comienzos del siglo XVI había sido descubierta en Roma la famosa escultura helenística –hoy en el Museo Vaticano- en que Laocoonte, sacerdote troyano de Poseidón, es devorado juntamente con sus dos hijos por serpientes salidas del mar, como castigo de los dioses por haber golpeado con su lanza el caballo de madera consagrado a Minerva, que en realidad encerraba en su vientre a los soldados griegos prestos a introducirse en la ciudad para arrasarla. El tema había sido tratado por los humanistas e inspiró como consecuencia al arte.
El Greco no repite la composición clásica, puesto que no tenía la exigencia de agrupar las figuras en un bloque de mármol, sino que más bien separa las figuras, tan compactas en aquél, dejando al anciano Laocoonte tendido en el suelo y agarrando una serpiente con sus manos, un hijo detrás, echado y en violento escorzo, mientras el otro está en pie a la izquierda, esforzándose por apartar el reptil que le muerde en el costado. Para cerrar la composición por el otro lado están de pie las figuras de unos dioses. Queda así un gran espacio abierto en la mitad superior del cuadro, cuyo centro ocupa el gigantesco caballo ante la puerta de la ciudad. Y esa puerta es la toledana de Bisagra, que era moderna en tiempos del Greco; tras ella, las murallas y edificios de Toledo, el paisaje grandioso y entrañable que repitió siempre Domenico.
Ésta es la única obra de asunto mitológico que pintó y el cuadro español con mayor numero de desnudos en su época, unos desnudos esenciales y casi inmateriales, que arden en la llama de su propia exaltación.
Hermano de Anquises y sacerdote de Apolo, Laocoonte, es, con Casandra, el único en poner en guardia a Troya contra el misterioso caballo de madera ideado por Ulises que los griegos, para engañar a los troyanos, habían abandonado en el campo de batalla después de fingir que se retiraban con toda su flota.
Laocoonte, que había arrojado una jabalina contra los flancos del gigantesco animal revelando así que estaba hueco, se opuso a que fuera introducido en el recinto de la ciudad y aconsejó quemarlo. Pero dos serpientes monstruosas surgieron del mar y aferraron con sus anillos a los dos hijos de Laocoonte, asfixiándolos, así como a su padre, que había corrido en su ayuda. Aquellas serpientes habían sido enviadas por Apolo, furioso contra Laocoonte porque este había profanado su templo al unirse a su esposa a los pies de la estatua divina. Los troyanos, espantados por estas muertes y engañados por un espía enemigo, interpretaron, sin embargo, el prodigio como un castigo divino por haber osado oponerse al caballo. Para no incurrir en las iras de los Inmortales, se apresuraron a introducirlo dentro de las murallas de la ciudad, precipitando así la ruina de Troya.

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