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viernes, 30 de noviembre de 2012

Judith y Holofernes / Michelangelo Merisi da Caravaggio

Galería Nacional de Arte Antiguo, Roma

Michelangelo Merisi da Caravaggio
Según los textos originales de la época, cien años después de que Caravaggio pintara esta tremenda escena, continuaba provocando reacciones de horror y sorpresa entre los visitantes del palacio Zambeccari de Bolonia, donde se encontraba antes de pasar a la Galería Nacional de Arte Antiguo. Acostumbrados hoy día a un lenguaje expresivo diferente, la obra tal vez ha desviado su efecto inicial del horror a la curiosidad. Pero debemos pensar que la captación de una degollación no era tan difícil de contemplar en directo en el siglo XVII, y mucho menos para nuestro artista, frecuentemente involucrado en actividades turbias de los bajos fondos romanos. Caravaggio recurre, como es habitual en su pintura, a un casi forzado realismo, que desnuda el alma de los personajes de la acción ante el espectador. Es imposible no estremecerse ante la firme decisión de la bella Judit, inconmovible ante el terror de Holofernes, el opresor de su pueblo. Con serenidad de estatua, tira de la cabeza del rey para ayudarse en la ejecución, con cuidado de mantenerse apartada de la sangre que mana a chorros como una fuente. La criada, entre espantada e hipnotizada por la acción, espera con un paño recibir el trofeo que habrán de llevar a los ancianos de la ciudad para demostrar la muerte del tirano. La violencia de la acción repercute en las expresiones de los personajes, que ofrecen diferentes versiones de lo que está pasando. El dramatismo se extiende en oleadas de color, desde el rojo agresivo de la sangre que se corresponde con el rojo del cortinaje, hasta el brillo de la espada y el tremendo fogonazo de luz que ilumina el pecho de la heroína del Antiguo Testamento. La manera que Caravaggio empleó para componer tan truculento episodio fue utilizada posteriormente por otros pintores del naturalismo tenebrista.

El éxtasis de san Francisco / Michelangelo Merisi da Caravaggio

Wadsworth Atheneum, Hartford, Connecticut

Michelangelo Merisi da Caravaggio
Se trata de una ilustración del texto de Buenaventura que habla de san Francisco en el monte de la Verna acompañado del hermano León y con algunos pastores. La postura del santo en éxtasis blandamente tendido entre los brazos del ángel y la ausencia de los estigmas indican la voluntad por parte del pintor de dar preferencia al aspecto espiritual del episodio. El santo y el ángel son iluminados en primer plano por una luz mórbida que acaricia los tonos terrosos del color y hace aún más brillantes las veladuras blancas en que se envuelve el ángel.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cesto de frutas / Michelangelo Merisi da Caravaggio

Pinacoteca Ambrosiana, Milán

Michelangelo Merisi da Caravaggio
Este cesto de frutas se considera tradicionalmente la primera naturaleza muerta de la pintura occidental. La naturaleza muerta es un género que se inaugura a finales del siglo XVI y principios del XVII en las "botteghe", lo que ha llevado a denominarla como "bodegón". Caravaggio fue uno de los primeros, si no el primero, en emplear este género para simbolizar alegorías cristianas o morales. Esta significación profunda en lo que aparenta ser un simple cesto con frutas de temporada se puede rastrear analizando las frutas y hojas que aparecen pintadas, por cierto, con extraordinaria maestría: manzanas, peras, higos, membrillos y uvas, todas ellas son frutas del final del verano, antes de que se detenga la vida con la llegada del invierno; son un símbolo de las fiestas de recolección y la dulzura obtenida tras el largo año de trabajo. Además, el pintor combina con habilidad frutas lozanas, maduras, que se anuncian dulces como la miel, junto con otras frutas marchitas, llenas de manchas, que preludian la podredumbre y la muerte. Lo mismo ocurre con las hojas, entre las que encontramos verdes y acharoladas junto a otras arrugadas, amarillentas y llenas de agujeros de parásitos. El lienzo posee un fondo amarillo brillante, muy claro, lo cual sólo realiza su autor en los primeros años de su producción.

Mujer planchando / Edgar Degas

National Gallery de Washington

Edgar Degas
Tras su atracción por la danza - de la que se resultan obras tan significativas como La clase de danza o La estrella - Degas toma un especial interés por el mundo de las planchadoras, realizando un importante número de escenas en las que estas trabajadoras serán las protagonistas. Para ello se informó al detalle de los métodos empleados por las planchadoras, los modelos de planchas que utilizaban y hasta cómo presionaban las telas. Sigue así la filosofía del Realismo, con Courbet a la cabeza, al tomar como modelos de los cuadros a auténticos trabajadores en sus respectivos oficios. Como si se tratara de un "voyeur", Degas muestra la labor de una de estas mujeres, embelesada en su ocupación. Se coloca en la zona derecha de la composición mientras en la izquierda contemplamos la mesa sobre la que trabaja y una de las camisas que ya están acabadas. Tras ella se abren grandes ventanales por los que penetra una fuerte luz, en parte tamizada por unos finos visillos blancos. Sobre su cabeza se muestra la ropa que compone la colada y que aún le queda por planchar. Será aquí donde otorgue mayor colorido al conjunto al recurrir a los colores primarios - amarillo y rojo - mientras que el azul se adueña de la zona inferior, gracias a las sombras coloreadas - tradicionales ya en el Impresionismo - que inundan la camisa. La figura a contraluz de la planchadora es una de las más interesantes de Degas; de nuevo, el pintor recurre a una perspectiva sesgada, de clara influencia fotográfica al cortar los planos pictóricos, ya que no vemos a la mujer en su totalidad ni las ropas de la parte superior. De esta manera, da la impresión de mayor realismo, como si la estuviéramos espiando.

Retrato de Ambroise Vollard / Paul Cézanne

Museo du Petit Palais, Paris

Paul Cézanne
Ambroise Vollard inició estudios de derecho pero se interesó por la pintura, asistiendo con frecuencia a la tienda de "père" Tanguy donde pudo admirar las obras de los impresionistas, interesándose por Cézanne. En 1893 inauguró una galería en la rue Lafitte, convirtiéndose en uno de los marchantes más importantes de la vanguardia. Vollard conocía al hijo del maestro de Aix y consiguió organizar una exposición exclusiva de Cézanne entre noviembre y diciembre de 1895, reuniendo 150 cuadros. La prensa y el público acogieron con entusiasmo la muestra, obteniendo un importante éxito de ventas. Gracias a este contacto surge este espectacular retrato del que tenemos numerosas fuentes escritas. El propio Vollard escribe: "tras ciento quince sesiones, Cézanne abandonó mi retrato para regresar a Aix. Me hizo dejar en el estudio las ropas con las que había posado, con la idea de rellenar, a su regreso a París, las zonas blancas de las manos y además, claro está, volver a trabajar en algunas partes". Las sesiones se prolongaban durante tres horas y media diarias, entre las 8 y las 11 y media de la mañana y el pintor sólo admitió estar conforme con la pechera del marchante. El retrato es una obra fundamental en la pintura moderna, anticipando claramente al cubismo. Al igual que en la mayoría de las obras de esta temática, Cézanne renuncia a los rasgos individuales o expresivos para interesarse por el color y las cuestiones formales, aplicando los tonos fríos que dominan el conjunto de manera uniforme, abandonando las pinceladas dinámicas de su etapa impresionista. La figura se sitúa en una habitación que se abre al fondo por una ventana, donde observamos dos siluetas redondeadas que no han sido identificadas. En la mano del marchante apreciamos dos puntos blancos que no están cubiertos de pintura. Dejemos al propio Vollard que nos cuente lo que ocurrió: "llamé la atención de Cézanne sobre ellos y me contestó: 'Si la copia que estoy haciendo en el Louvre sale bien, tal vez pueda encontrar mañana el tono exacto para cubrir esos puntos. ¿No ve, Monsieur Vollard, que si pongo algo ahí a ojo de buen cubero, quizá tendría que pintar de nuevo todo el lienzo, a partir de este punto?'. La idea me hizo temblar". A pesar de no salir satisfecho de este trabajo, la fisonomía del marchante no deja de ser tremendamente realista.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Mujer peinándose / Edgar Degas

Museo del Hermitage

Edgar Degas
La serie de las bañistas será una de las más famosas de Degas. En ella muestra a diferentes mujeres en la intimidad de su vida diaria, bañándose, despertándose o poniéndose la bata. En escasas ocasiones contemplamos el rostro de dicha mujer, mostrándose preferentemente de espaldas o con la cabeza agachada. Esto ha hecho pensar a algunos especialistas que el pintor sería un misógino declarado, idea reforzada por la ausencia de datos que avalen una relación sentimental de Degas con alguna dama. Más lógico sería pensar lo contrario, que esta serie no deja de ser una prueba de la admiración del pintor hacia la belleza femenina, contemplada eso sí como un auténtico "voyeur", dando la impresión al espectador que contempla a las jóvenes por un agujero. Esta joven aparece de espaldas, como buena parte de sus compañeras, cepillándose su largo cabello. Rodeada de toallas blancas, el artista crea un magnífico efecto de intimidad y movimiento. Las bellas formas de la modelo están sabiamente trazadas, demostrando sus excelentes dotes como dibujante. La figura está iluminada por un potente foco de luz procedente de la derecha, creando una serie de sombras coloreadas siguiendo la teoría impresionista. El colorido es muy vivo, destacando el contraste entre el cuerpo blanquecino y la pelirroja cabellera. Las notas anaranjadas y azules que rodean a la muchacha otorgan mayor alegría al conjunto. La pincelada es algo suelta, considerando siempre que estamos ante un pastel, cuya aplicación es más rápida que el óleo.

Monsieur y Madame Manet / Edgar Degas

Colección Particular

Edgar Degas
Se suele considerar cierta la historia que narra cómo se conocieron Degas y Manet. Ocurrió en 1862 cuando Degas estaba copiando al aguafuerte en el Louvre un cuadro de Velázquez, quedando tan impresionado Manet del resultado que eso les unió profundamente; a partir de ese momento surge una amistad que durará veinte años. También es cierto que se criticaban mutuamente con cierta asiduidad, pero tenían numerosas ideas en común, destacando su atracción por los maestros antiguos - Tiziano, Rembrandt o Velázquez - y contemporáneos - Delacroix o Ingres - así como por la ejecución de escenas plenas de realismo. Además, procedían de un ambiente social similar, la alta burguesía. Degas realizó este excelente retrato de su amigo casi con seguridad en el estudio de Manet en la rue Saint Pétersbourg. El pintor aparece recostado sobre un viejo sofá, cubierto con una tela blanca, en actitud de escuchar la música del piano que toca su señora, Suzanne Leenhoff, la figura que aparece en la zona derecha del lienzo. Curiosamente fue el propio Manet quien decidió eliminar esa parte del cuadro ya que decía que la figura de su esposa restaba valor al efecto general. Esto provocó un enfrentamiento entre ambos pintores, con la devolución por parte de Degas del bodegón por el que había intercambiado este excelente retrato. Sería en el año 1900 cuando el propio Degas añadió esa tira de lienzo que apreciamos en la derecha, sin llegar a restaurar la figura de Suzanne Manet. La figura del pintor recostado en el sofá es sorprendente por su actitud y su gesto, demostrando la capacidad para ejecutar retratos que posee Degas. Para impresionar a su amigo recurre al contraste de colores claros y oscuros, muy habitual en las obras de Manet en aquella década de 1860. Así, el color negro del traje provoca un fuerte contraste con el blanco del sofá y con el vestido de su esposa, adornado con cintas negras. Al fondo apreciamos una pincelada rápida, con la que se pretende crear el efecto atmosférico. El respeto y la admiración por el arte de Manet están presentes en esta maravillosa escena, por desgracia mutilada.

Retrato de Antoine Valabrègue / Paul Cézanne

Paul Getty Museum

Paul Cézanne
Cézanne y Valabrègue eran amigos de la infancia en Aix-en-Provenze y volvieron a encontrase en París. El modelo de este retrato entabló una estrecha relación con Zola, convirtiéndose en uno de sus protegidos. La profunda admiración que Cézanne sintió por Manet queda reflejada en este magnífico retrato. El modelo aparece de frente, con la cabeza ligeramente inclinada hacia la izquierda, destacando la actitud tranquila de Valabrègue y su pensativa expresión. La figura se recorta ante un fondo neutro, fondo que está en sintonía con el color gris del chaleco. Los toques de color han sido aplicados de manera vigorosa, utilizando trazos cortos pero intensos, especialmente en el rostro. Resulta significativo como Cézanne abandona su admiración por los maestros clásicos -Rubens, Veronés, Delacroix- para acercarse a los nuevos creadores -los futuros impresionistas- liderados por Manet. El lienzo fue enviado al Salón y rechazado, una vez más, por el jurado debido a la tosquedad manifestada por el artista a la hora de aplicar el color. Cézanne se indignará tanto por esta decisión que dirigirá al jurado una carta descalificatoria.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Carruaje en las carreras / Edgar Degas

Museo de Boston

Edgar Degas
Los protagonistas de la obra son los miembros de la familia Valpinçon en su carruaje, en el momento en que el pequeño Henri, de seis meses, acaba de ser amamantado por su nodriza y está cogiendo el sueño. Paul Valpinçon contempla la deliciosa escena - acompañado de su bulldog - mientras que su esposa protege al pequeño de la fuerte luz solar con una sombrilla. El centro de atención de los padres, del espectador y de la composición es el rechoncho bebé, situado en una zona de sombra gracias a la sombrilla protectora de su madre. Incluso el carruaje está situado de manera que se aproxima perfectamente al espacio del espectador, para introducirle en la escena. La relación de las miradas de los personajes resulta destacable, marcando perfectamente las relaciones entre ellos. Cuando el pequeño duerma profundamente, el carruaje girará para contemplar la carrera que se desarrolla en el fondo, igual que están haciendo otros espectadores subidos a caballo o en otros carruajes. Así, Degas muestra una imagen de la vida moderna, aunque de una clase social determinada - la burguesía - de la que él era miembro. Algunos especialistas sitúan la composición en el hipódromo de Argentin, cercano a la casa de Paul Valpinçon. Las figuras de los caballos, con las patas delanteras muy estiradas para avanzar rápidamente, están inspiradas en obras inglesas muy admiradas por Degas. El propio William Turner realizó alguna de estas escenas. Lo que más llama la atención es el efecto lumínico conseguido por Degas, que da la impresión de haber captado el episodio directamente del natural, algo que sin embargo odiaba el artista. La luz solar ilumina las figuras con su tonalidad blanquecina y resalta la zona de sombra grisácea que provoca la sombrilla. De esta manera se incluye el artista entre los maestros del Impresionismo. La composición ha sido organizada en bandas paralelas: la hierba del hipódromo, las lomas del fondo y el cielo. Las figuras han sido distribuidas de manera equilibrada, sin dejar ningún elemento al azar. Las tonalidades claras se adueñan de la superficie, en contraste con el color negro que tan de moda pondría Manet, ya que era una tonalidad rechazada por los pintores académicos; con esos toques de color negro sugiere con maestría la profundidad del lienzo. El efecto fotográfico también está presente al cortar los planos pictóricos en una enorme sensación de realismo. Sin embargo, este tipo de realismo se aleja del de Courbet, quien mostraba campesinos y trabajadores mientras que Degas ofrece una visión mucho más delicada y amable.

En la Playa de Trouville, Efecto Temporal / Eugéne Boudin

Museo D’Orsay

Eugéne Boudin
En este cuadro como en el resto de su obra, Boudin se centra sobre todo en los matices de la atmósfera y las nubes. Las figuras las sitúa a los lejos, en un segundo plano, con lo que suelen ser figuras pequeñas y sin importancia para el espectador.

Hortense Valpinçon de niña / Edgar Degas

Art Institute de Minneapolis

Edgar Degas
La protagonista de este lienzo es la hija mayor del amigo de infancia de Degas, Paul Valpinçon. Hortense ha sido retratada a la edad de nueve años, mientras que el pintor estuvo en Normandía al abandonar París, tras la entrada de las tropas prusianas durante la guerra franco-prusiana de 1870. Se sugiere que formaría pareja con Mujer con crisantemos - si es cierto que esta obra fuese un retrato de su madre - al aparecer ambas figuras en la zona derecha del cuadro acompañadas de elementos florales. La niña viste el tradicional delantal blanco con que protege su vestido negro; sobre los hombros lleva un chal de mujer mayor, igual que el sombrero. Quizá intente mostrar el artista la afición de los niños a vestirse como personas mayores para aparentar más edad o se relacione con la vanidad femenina, tema que tratará en las obras sobre sombrererías. La pequeña se apoya sobre una mesa cubierta por un mantel con decoración floral, en relación con el papel pintado de la pared y el mantón que sale del cesto de la labor. En su mano derecha porta un cuarto de manzana, que según la propia modelo, contaba años después, se comió provocando la ira de Degas. La atención del pintor se centra en el bello rostro de la muchacha así como en el equilibrio de las masas de color. Degas alterna un espacio oscuro con otro claro, jugando con las tonalidades para realizar una escena sumamente equilibrada, sin dejar ningún elemento al azar. El propio pintor comentaba que había que meditar los cuadros como si se tratara de un asesinato, atando todos los cabos. La influencia de la estampa japonesa, tan habitual en la pintura impresionista, se aprecia en el papel del fondo y en las masas de color plano del mantel.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Café concierto / Édouard Manet

The Walters Art Gallery, Baltimore

Édouard Manet
La atracción por la temática de locales nocturnos será una nota destacable en los últimos años de la producción de Manet. De esta manera continúa con sus deseos de reflejar en sus lienzos la vida moderna, pero ahora menos comprometidamente. Seguirá la estela de Degas y se anticipará a Toulouse-Lautrec. Uno de esos locales que más le entusiasmaban era el café concierto, muy frecuentado por la clase proletaria parisina, al que acudían hombres de la alta sociedad para buscar esporádicas relaciones con trabajadoras o mujeres aristócratas para pasar un momento de placer con compañía masculina. Esta disparidad social se aprecia claramente en esta obra, al contemplar a un señor con chistera, corbata y bastón junto a una muchacha del proletariado. El lugar que muestra Manet se ha identificado con la brasserie Reischshoffen, donde actuaba La Belle Polonaise, identificada con la mujer que vemos reflejada en el espejo, arriba en la izquierda. Los espectadores no dan la espalda al espectáculo, sino que lo contemplan mientras comen y beben, siendo una especie de música de fondo a la que no se prestaba mucha atención; la mujer que bebe su cerveza en segundo plano es una muestra significativa de esta idea. El estilo de Manet ha sufrido un importante cambio respecto a sus primeras obras - Lola de Valencia u Olimpia - y emplea una pincelada mucho más suelta, aplicando pequeños y rápidos toques de color. La sensación atmosférica de un local cerrado se consigue perfectamente con este estilo, heredado del Impresionismo. Su paleta se ha hecho más clara, aunque sigue empleando el negro y recurriendo a los contrastes con los colores claros, pero aparecen tonalidades azules y malvas hasta ahora impensables para el autor. Conviene destacar la facilidad de Manet para captar los gestos de sus modelos, especialmente la joven de la izquierda. La influencia de la fotografía motiva el corte de los planos pictóricos, rompiendo con la tradición y dando así una imagen mucho más moderna.

Berthe Morisot con abanico / Édouard Manet

Museo D’Orsay

Édouard Manet
La pintora Berthe Morisot será una de las modelos favoritas de Manet en la década de 1870. Ella disfrutaba posando para el gran maestro, llegando a sentir celos de Eva Gonzalès cuando ésta entró en el estudio. La cuñada de Manet - se casaría con su hermano menor Eugène - aparece sentada en una silla, vestida de negro y ocultando su rostro con un abanico. La figura se recorta sobre un fondo rojizo en sintonía con las tonalidades oscuras de la composición, alterada por las medias, los zapatos y las referencias a la carnación de la modelo en brazos y rostro. La pincelada es muy abocetada, aplicando largos toques que le acercan al Impresionismo.

Bebedor de absenta / Édouard Manet

Carlsberg Glyptotek, Copenhague

Édouard Manet
En 1859 Manet presentaba esta obra al Salón de París, institución artística de carácter oficial en la que se consagraban los artistas franceses. El jurado rechazó el cuadro, con sólo un voto a favor, posiblemente el de Delacroix. La justificación para rechazarlo vendría por el abocetado con que fue realizado, aunque esto más bien parece una excusa. Lo que no gustó fue el tratamiento de un trapero borracho como un héroe, igual que hacía Baudelaire en su obra Las flores del mal, en la que el pintor se inspiró, de modo que la censura de los textos del poeta se extendió al lienzo de Manet. La figura del trapero Collardet aparece a tamaño natural, embozado en una capa raída y con un alto sombrero de copa. En el pequeño muro que vemos tras él se aprecia la copa de absenta, mientras en primer plano contemplamos la botella, tirada en el suelo. El bebedor se recorta sobre un fondo neutro, iluminado con la luz de las farolas de la calle, con las que crea un excelente claroscuro que recuerda el tenebrismo de Caravaggio. Y es que Manet ha estudiado las obras de los clásicos en el Louvre y se ha empapado de la pintura de Tiziano, Leonardo, Giorgione o Murillo. Pero serán los maestros españoles los que más le llamen la atención, especialmente Goya y Velázquez, al que considera el pintor de los pintores. El empleo de los tonos oscuros, sobre todo negros y marrones, vendría motivado por esa afición al Barroco español. La pincelada empleada es bastante suelta, destacando el rostro, que sería la causa del rechazo del Salón. Pero la base dibujística se aprecia aquí claramente, como en todas las obras del maestro. Por eso contemplamos una figura volumétrica, perfectamente asentada en el espacio y que consigue sensación de perspectiva al situar los elementos en los distintos planos de la escena.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Barra del Folies Bergère / Édouard Manet

Stedelijk Museum, Ámsterdam

Édouard Manet
Una vez más, la temática era la vida nocturna de París, que tanto interesó al artista desde los años finales de la década de 1870, en los que había realizado escenas tan atractivas como La ciruela o La mujer de los bocks. En este boceto, realizado en el estudio - según el hijo del pintor - empleó una modelo más rubia, distinta de la versión definitiva. Junto a ella, reflejado en el espejo, aparece el pintor Henry Dupray. La libertad de factura con la que está trabajado demuestra que se trata de un boceto, con los principales ingredientes de su última gran obra dedicada a mostrar la vida moderna.

Coronación de espinas / El Bosco

National Gallery, Londres

El Bosco
Cinco personajes llenan por completo la superficie de esta tabla. Son menos que los de la Subida al Calvario, pero el aspecto de tapiz, de horror al vacío, es la misma. Los personajes son parecidos a los de la Coronación del monasterio de El Escorial, especialmente en los vestidos: El Bosco repite el extraño sombrero atravesado con una flecha, por cierto de punta cortada, el anciano con una media luna añade nuevos signos: el soldado que abraza a Cristo con rostro conmiserativo lleva un adorno de hojas de encina y bellotas en el sombrero, cuyo significado se nos escapa. No ocurre lo mismo con el collar de espinas, que es el collar que los pastores neerlandeses colocaban a sus perros ovejeros para protegerlos de los ataques de los lobos. Obviamente todos estos elementos que nos resultan chocantes estaban ahí para ser reconocidos por el espectador, que de esta manera conseguiría una lectura mucho más compleja y profunda de la que a nosotros nos resulta posible hoy día.

Autorretrato / Edgar Degas

Museo D’Orsay

Edgar Degas
Los retratos serán las primeras obras con las que destaque Degas, quizá debido a la mayor demanda de esta temática. De esta manera demostrará a su padre que tiene el suficiente talento artístico como para abrirse camino en el mundo de la pintura. El artista tenía 21 años cuando se retrató con un carboncillo en la mano derecha y sus ropas burguesas, mostrando así las dos facetas de su vida. Toda la atención la concentra en el rostro, iluminado por un haz de luz procedente de la izquierda. Su mirada distante resulta interesante al espectador, que ve cómo el fondo engulle los contornos del traje, apreciándose el contraste entre la oscuridad del conjunto y la claridad del rostro, la camisa y los puños. Asimismo se aprecia un contraste entre el dibujismo del rostro y la factura suelta del resto del conjunto. Esta capacidad como retratista parece estar inspirada en Rembrandt, uno de los artistas que más autorretratos realizó; las tonalidades empleadas y el aspecto del joven hacen pensar en esta hipótesis. También se sugiere una relación con la obra de Ingres. No debemos olvidar que en aquellos momentos el mundo artístico parisino se debatía ferozmente entre el Clasicismo que defendía este pintor y el Romanticismo que encabezaba Delacroix. Degas se situó, en primera instancia, del lado clasicista para ablandar a su padre, partidario de que el joven estudiara la carrera de Derecho.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Cazadores en la nieve / Pieter Brueghel el Viejo

Kunsthistorisches Museum, Viena

Pieter Brueghel el Viejo
Si en sus dibujos llegó a otorgar, como Durero, la primacía a la Naturaleza desnuda, en sus óleos introduce aspectos de la pintura de género, que narra pormenores de la vida cotidiana de Flandes. A pesar de la influencia que cierto tipo de paisajismo ejerció sobre Brueghel durante su recorrido italiano, no renunció a la introducción de estos elementos costumbristas típicamente flamencos, que llegaron a constituir una parte esencial y autónoma de su obra. Esta dualidad, la pintura de género y el paisajismo, alcanzará durante el siglo XVII un triunfo decisivo. Los cazadores se desplazan, de espaldas, siguiendo una diagonal que lleva nuestra mirada hacia la derecha, hacia la infinitud del paisaje nevado, coronado por una cima rocosa; esta diagonal estructura toda la obra, y es seguida tanto por los árboles del primer plano como por la villa que se extiende a media distancia.

Berthe Morisot de pie / Édouard Manet

Hiroshima Museum of Art

Édouard Manet
Manet realizó unos diez retratos de Berthe Morisot siendo éste que observamos el único en el que la modelo aparece de pie. Berthe tiene la coquetería de mostrar su pie calzado con un escarpín rosa bajo el vestido negro. La figura se presenta en una estancia abierta ya que parece apreciarse la silueta de algunos edificios tras la silla. Manet trabaja con rapidez, destacando el abocetamiento del conjunto en el que sobresale el bello rostro de la pintora y sus inteligentes y sugerentes ojos negros. Aunque abundan las tonalidades oscuras, la composición se aclara con el fondo grisáceo - posiblemente el cielo - sobre el que se recorta la figura. El abuso de las tonalidades negras provocará el rechazo de los jóvenes impresionistas, pero Manet difícilmente lo abandonará.

La nave de los locos / El Bosco

Museo del Louvre

El Bosco
Existe una hipótesis según la cual la Nave de los Locos podría haber formado parte de una serie dedicada a los Pecados Capitales, cuyas tablas estarían perdidas excepto una, la Muerte del Avaro. Esta pintura, por tanto, podría representar el pecado de la gula, sin embargo ha sido cortada por arriba y por abajo, limitando las posibilidades a la hora de interpretar la escena puesto que faltan personajes. La nave está llena de monjas y frailes, alrededor de una mesa, con instrumentos musicales. Tanto la música como las cerezas del plato aluden a la lujuria, por lo que el pecado representado podría ser también éste. Todos cantan y beben; una monja hace proposiciones al borracho caído. La nave no tiene proa ni popa, lo que indica que no tiene dirección. Hombres desnudos nadan a su alrededor y piden bebida. En el centro, los personajes parecen querer morder un enorme buñuelo colgado, mientras otro trepa por el mástil para atacar a un pollo asado. El mástil es un árbol, del que flota un pendón con la media luna de los turcos. Entre el follaje vemos una lechuza, que simboliza la herejía.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Cabeza de Medusa / Michelangelo Merisi da Caravaggio

Galería de los Uffizi, Florencia

Michelangelo Merisi da Caravaggio
Según la mitología clásica, Medusa era un monstruo con cuerpo femenino y cabellera compuesta por serpientes venenosas. Su mirada petrificaba a los que osaban acercarse a ella. El héroe Perseo se enfrentó a ella, utilizando el reflejo de su escudo para localizarla sin mirarla. La decapitó y empleó su cabeza petrificadora como escudo, al tiempo que de la sangre del monstruo nacía Pegaso, el caballo alado. Esta explicación mitológica nos conduce al tema iconográfico de la cabeza de Medusa, frecuentemente empleada para adornar escudos. Y esto es lo que constituye el cuadro de Caravaggio, que no es sino una rodela, un tipo de escudo circular, empleado para torneos. Esta rodela no fue nunca empleada en batalla, sino que funcionaba como un emblema para el cliente que la encargó. Caravaggio recurre nuevamente a un rostro distorsionado por el dramatismo, con el cuello chorreante de sangre y las serpientes erizadas alrededor de un rostro que petrificaba la sensibilidad de aquéllos que se acercaban a contemplar la obra.

El Nacimiento de Venus / Alexandre Cabanel

Museo D’Orsay

Alexandre Cabanel
Los desnudos academicistas con una base en la época mitológica o clásica tenían buena aceptación en el Salón de París, consiguiendo algunos éxitos. Cabanel no dudó en realizar este nacimiento de Venus y presentarlo a la muestra de 1863, obteniendo el primer premio. La bella diosa se despereza en el agua, acompañada por una corte de amorcillos en escorzo; el cabello de Venus se extiende por buena parte del lienzo y crea un atractivo contraste entre el mar y la piel nacarada de su cuerpo. El dibujo es tan exquisito como el empleo del colorido, la luz y la minuciosidad de los detalles. Curiosamente, a esa misma exposición se presentó el Desayuno en la hierba de Manet, que fue rechazado. Tratando ambos lienzos la temática del desnudo, Cabanel presenta una figura mitológica y Manet una figura de carne y hueso, relacionando el mundo clásico con la modernidad. Esa novedad no fue aceptada por el jurado, que premió el academicismo de esta obra.

Thérèse de Gas / Edgar Degas

Museo D’Orsay

Edgar Degas
Madame Thérèse de Gas, Duquesa de Morbilli, era una de las hermanas del pintor. La dama aparece vestida con sus mejores galas, ataviada con elegante vestido, mantilla negra y sombrero con un aparatoso lazo rosa. El fondo está tratado de manera muy rápida, destacando una especie de ventana en la que se insinúa una ciudad; gracias a este espacio consigue crear un interesante efecto de profundidad en la imagen. La atracción del artista se centra en el hermoso rostro de su hermana, donde podemos apreciar cierta tristeza, posiblemente motivada por su matrimonio, una de las numerosas bodas por interés que se producían entre las clases nobles y burguesas europeas para mantener o elevar el status familiar. Los ojos de la dama y el magnífico perfil están inspirados en Ingres, el "maestro de los maestros", igual que los delicados detalles del traje, que hacen gala de un dibujismo que difícilmente abandonará. Sin embargo, se podrían encontrar algunas muestras de modernidad como el empleo de los tonos negros o el contraste con los colores claros, tan del gusto de Manet, uno de los mejores amigos de Degas. El empleo de elementos rectangulares será denominador común en algunos retratos del pintor.

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