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martes, 30 de abril de 2013

El columpio / Nicolás Lancret

Victoria and Albert Museum, Londres

Nicolás Lancret
En el Columpio, Lancret adopta un motivo muy extendido, que no sólo se encuentra en Fragonard, Boucher y Pater, sino también en otros pintores menos importantes. Aquí se pone de manifiesto qué es lo que hace del columpio uno de los asuntos favoritos. 
No se trata sólo del aspecto erótico, que proporciona un «instante de placer» al permitir una mirada por debajo de las faldas de una mujer, sino también el hecho de que el columpio es símbolo de un ámbito intermedio, que no pertenece ni a la tierra ni al aire; no se hace tangible ni en su pertenencia a un elemento ni en un lugar preciso. Por su balanceo se escapa al contacto físico que provoca. La coquetería, la intimidad que permite la libertad, el flirteo sin compromiso alguno, encuentran en la cuerda con la que el galante caballero pone en movimiento el columpio, si no un símbolo, sí al menos una alusión evidente.

El columpio / Honoré Fragonard

The Wallace Collection, Londres

Honoré Fragonard
El pintor es un equilibrista que sortea el peligro con elegancia. La escena es inequívoca, pero la intención aparece velada, como si se tratara de algo fortuito. El joven galán se encuentra tumbado a los pies de un monumento coronado por Cupido, como si se hubiera tropezado y caído entre los arbustos; y la vista bajo las faldas hinchadas de la muchacha que se columpia parece ser igualmente casual. Pero esta escena es más que un mero juego de voyerismo y exhibicionismo. La faz del joven tumbado sobre el rosal se ilumina como si se reflejara en ella una fuente invisible de luz, como los santos testigos de una visión celestial. Pero, en lugar de una verdad divina, lo que se le revela es humano; las alegrías que le prometen son de naturaleza puramente terrena. 
El lienzo lo había encargado un rico barón, como homenaje a su amante. Pero Fragonard expresa más que la sumisión del admirador y la belleza de la adorada. La bella joven tiene la mirada fija: los ojos de su rostro rosado parecen de cristal. Lo que aquí sucede simboliza un punto culminante, que también lo ha alcanzado el columpio: un instante más tarde volverá a caer, atraída por el hombre de mayor edad que aparece en la oscuridad; es un segundo de arrobamiento erótico, voluptuoso y frágil.

Autorretrato / Quentin La Tour

Musée de Picardie, Amiens

Quentin La Tour
Cuando La Tour pinta este autorretrato -al emplear tizas de color, la pintura al pastel es más dibujo que verdadera técnica pictórica-, es uno de los retratistas más codiciados de su tiempo. A pesar de eso, renuncia a toda autosuficiencia, a motivos que resalten la dignidad y a una sublimación solemne. El carácter íntimo de la pintura al pastel, que no conoce grandes formatos ni patéticos claroscuros, se intensifica aún más con la postura distendida del representado, que parece sonreír complaciente al espectador. 
Pero, si se observa con detenimiento, la expresión del rostro adquiere una ironía moderada, con un hálito de superioridad; su postura aparentemente franca se vuelve impenetrable. El frío colorido del pastel, definido por el azul, introduce al pintor en un mundo hermético de cuidada artificiosidad, que en ningún momento ofrece un punto de encuentro. La claridad no es luminosidad; es extrañamente estática, independiente de las variaciones de la iluminación, moderando así lo momentáneo del dibujo fresco y espontáneo. El material de la tiza al pastel no representa el polvo de la peluca: es el polvo mismo; su irisación mate es el del terciopelo. Distancia e intimidad: en el arte al pastel de La Tour se pueden observar los dos aspectos simultáneamente.

domingo, 28 de abril de 2013

Retrato de un muchacho con monigote / Giovanni Francesco Caroto

Museo de Castelvecchio, Verona

Giovanni Francesco Caroto
Este retrato de muchacho, carente de contenido simbólico, religioso o alegórico, parece sacado de una situación cotidiana. El joven presenta con gran orgullo su dibujo al espectador, con una expresión alegre y algo picara en el rostro, que establece de algún modo una competencia con el pintor. Caroto representa con sentido del humor la alegría espontánea de la creación.

Recibimiento de la embajada imperial en el Palacio Ducal / Canaletto

Colección privada

Canaletto
Canaletto pintó la escena de la presentación y traspaso de credenciales por encargo del embajador, el conde Giuseppe de Bologna. El acontecimiento está plasmado con rico colorido y profusión de detalles. El pintor aprovecha la ocasión para reproducir a la población de Venecia. En la parte inferior derecha muestra a la nobleza y al pueblo llano, diferenciados por la vestimenta y separados por la barandilla del puente.

Preludio de Lohengrin / Henri Fantín-Latour

Colección particular

Henri Fantín-Latour
A lo largo de su vida Henri Fantin-Latour fue amigo de pintores, literatos y músicos, entre ellos Schumann, Berlioz y Wagner. A este último le dedicó representaciones alegóricas como esta, donde plasma con colores las mismas sensaciones y emociones transmitidas por las notas.

sábado, 27 de abril de 2013

Retrato de una dama / Nicolo dell’ Abbate

Galería Borghese, Roma

Nicolo dell’ Abbate
Este cuadro, pintado antes de que el artista se trasladara a Fontainebleau, presenta muchos rasgos característicos. Así por ejemplo, el modelado compacto y los contornos delicados de la elegante figura de la joven mujer. La postura rígida y un tanto afectada, que se descubre a través del gesto de la mano, responde al estilo de la época.

Predicación de san Juan Bautista / Pieter Brueghel el Viejo

Museo de Bellas Artes, Budapest.

Pieter Brueghel el Viejo
A primera vista lo que cuenta Pieter Brueghel en esta tabla es el episodio bíblico de la predicación de Juan Bautista, precursor de Jesús. Pero la escena está situada en el mundo del pintor, los Países Bajos del siglo XVI. Brueghel plasma un momento de la vida diaria de su tiempo: el sermón de un paladín de la reforma. Estos predicadores reunían a sus fieles en las afueras de la ciudad, para evitar el control de las autoridades españolas que por entonces dominaban los Países Bajos y perseguían el movimiento reformador. 
Entre la muchedumbre hay varios individuos de procedencia exótica. A la izquierda vemos a un guerrero de Asia, por delante de un dignatario turco. Están allí para subrayar el valor universal del mensaje evangélico. Juan Bautista señala a Jesús (vestido de azul) como el Mesías, pero ellos no son los protagonistas del cuadro, porque forman parte de una muchedumbre variopinta que es lo que verdaderamente interesa al artista. Entre la muchedumbre hay representantes de todas las clases sociales. En primer plano vemos a un gitano leyéndole la mano a un burgués. La idea de la igualdad de los hombres ante la palabra de Dios sugiere el clima creado por los movimientos reformadores más radicales, que se inspiran en la Biblia para hacer una crítica social muy concreta.

jueves, 25 de abril de 2013

Porteador con cesta a la espalda / Giacomo Ceruti

Pinacoteca de Brera, Milán

Giacomo Ceruti
A través de su estilo realista y de su paleta de tonos pardos y blancos, Ceruti manifiesta sus estrechos vínculos con la pintura local. Su interés por las clases más humildes no debe entenderse como una opción social, sino como un simple hecho pictórico. Sus cuadros de «mendigos» permiten adentrarse de forma prosaica y emotiva a la vez en la miseria de los marginados por la sociedad.

Retrato de Jeanne Duval (Mujer con abanico) / Édouard Manet

Museo Nacional Húngaro, Budapest

Édouard Manet
Este cuadro, precedido por una acuarela, es un retrato de Jeanne Duval, amante de Baudelaire hasta 1862, cuando el poeta se trasladó a Bruselas. La relación entre ambos fue muy atormentada. El escritor la llamaba su «Venus negra» (en realidad era mulata) o su «niña vieja», por sus precarias condiciones de salud. En 1859 Duval sufrió una hemiplejía cuyas secuelas todavía se observan en su extraña postura y en la rigidez de la pierna que sobresale por debajo de la amplia falda blanca.

Retrato de Enric Cristófol Ricart / Joan Miró

Metropolitan Museum of Art, Nueva York

Joan Miró
Los retratos que realiza Miró a lo largo de su vida artística tienen como denominador común el tratamiento casi brutal de la figura. Causa impacto este retrato de fuertes trazos y viveza de colorido, destacándose del fondo en el cual Miró ha encolado una estampa japonesa de delicados tonos, que contrasta con el amarillo limón de la pared.

lunes, 22 de abril de 2013

Vocación de los primeros Apóstoles / Domenico Ghirlandaio

Capilla Sixtina, Vaticano / Pared norte

Domenico Ghirlandaio
Corren los años de 1481-1482. El encargo de Sixto IV para decorar al fresco la capilla que lleva su nombre es la consagración oficial del arte florentino. Domenico Ghirlandaio pinta aquí cuando Jesús llama a los dos primeros discípulos, Pedro y Andrés, que estaban echando la red, y la Resurrección del mismo Cristo; la cual estaba colocada sobre la puerta. Más tarde, la Resurrección desapareció por completo con la demolición de la pared. 
Ghirlandaio se reviste aquí de una solemnidad desconocida en su quehacer como pintor. En el fondo, cada personaje encuentra su sitio y la narración se modera y frena en una intencional y ensimismada abstracción. Cede un poco al gusto grato al pintar el parlanchín grupo de mujeres, a la izquierda, y al asomarse curioso de quien, algo más lejos, quiere ver y, acaso, hacerse ver. El paisaje se vuelve amplio, espacioso, rico en sugestiones, árboles, aguas, y se pierde en lontananza entre un ondular de colinas. Pero donde Ghirlandaio se reencuentra a sí mismo es, especialmente, en el nutrido grupo de personajes de la derecha que son todos, o casi todos, auténticos retratos. Están representados allí los componentes más importantes de la numerosa colonia florentina establecida en Roma, personajes pertenecientes a las más ilustres familias de la ciudad, y que representaban en la Ciudad Eterna los establecimientos de crédito y comercio de la poderosa casa de Médicis. Entre todos los personajes retratados sobresale Giovanni Tornabuoni, hermano de Lucrezia, Giovanni es ya una persona entrada en años, o por lo menos lo aparenta, por el rostro austero y las profundas arrugas que le marcan la frente y las sienes, están también representados sus dos hijos, Lorenzo y Giovanni, que reconocemos gracias al feliz pincel de Ghirlandaio. Lorenzo está de pie delante del padre, casi todavía un niño, el rostro triste de suave y delicada carnación casi femínea. Está triste, y tal vez presagia ya las futuras lejanas desdichas, el desastre financiero a la muerte del padre, la pérdida de la joven esposa. Algo más lejos, de perfil, está representado tal vez otro Tornabuoni, Cecco, culto y gentil. El último personaje del grupo de la derecha es un miembro de la familia Vespucci, Giovanni Antonio, de perfil expresivo y afilado, iluminado por una clarísima luz que un poco parece moverlo a risa. Hay luego un gentilhombre, con la cabeza descubierta, de blancos cabellos y aire pensativo, que emana a decir verdad una sensación de cálida serenidad: hay quien cree se trate del florentino Francesco Soderini, quien piensa en el romano Raimondo Orsini, de la potente familia fuertemente ligada al solio pontificio. Inmediatamente detrás de Jesús vemos la severa figura de Diotisalvi Neroni, justo en el centro de la escena, con sus rasgos incisivos de aspecto imponente. Tiene la mirada atenta, ojos perspicaces y boca sutil apretada, casi como si en su mente revolviese oscuros pensamientos. Su actitud es modesta, y sin embargo ya se manifiesta en ella la ambigüedad de su persona. Lo unía una antigua amistad con la familia de los Médicis, y era hombre de tanta prudencia que Cosme el Viejo le había recomendado a su hijo Piero tenerlo junto a sí en la silenciosa y algo disimulada guía del Estado. Para Diotisalvi Neroni, Roma fue la ciudad de un más o menos voluntario exilio, y allí también siguió siendo un solitario. Tal vez ésta sea la razón por la cual Ghirlandaio lo retrató sí junto a los florentinos, pero solo, a espaldas de Jesús, casi como si fuese la sombra de Judas. O tal vez es la fantasía que, guiada por el fácil narrar del pintor, se desenfrena y crea en la historia algún fantasma. 
Entre los florentinos está también Argirópulos: el viejo de aire resentido, con el rostro algo fláccido enmarcado por una corta barba blanca y la cabeza cubierta con un extraño sombrero duro, casi prelaticio. Giovanni Argirópulos, griego, nacido en Constantinopla pero expulsado de su ciudad por los turcos en 1453, había encontrado refugio en Florencia en el culto grupo reunido en torno a los Médicis, que lo habían hospedado durante quince años. Había sido profesor de griego en la universidad florentina, y Lorenzo el Magnífico le concedió la ciudadanía de esa ciudad, de Florencia, que se había convertido en su patria adoptiva. Cuando Argirópulos se trasladó a Roma llamado por Sixto IV, siguió considerándose florentino y como tal, con los demás, Domenico Ghirlandaio lo retrató. 
En el fresco los colores son vivos, brillantes, y acarician luminosos la delicadeza de los cutis y los variados matices de las vestimentas solemnes o de las de los más jóvenes, a la última moda.

Tentaciones de Cristo / Sandro Botticelli

Capilla Sixtina, Vaticano / Pared Norte

Sandro Botticelli
Botticelli representa las tres promesas con las que el demonio tentó a Jesucristo en el fondo de la escena, mientras que en un primer plano tiene lugar la celebración del sacrificio judío que, según la antigua costumbre, se lleva a cabo diariamente en el templo, en referencia a la muerte de Cristo en la cruz. Tras la escena principal, Botticelli pintó las tres tentaciones de Cristo narradas en los Evangelios: en el episodio de la izquierda, el diablo, vestido de eremita, exhorta a Cristo para que convierta las piedras en panes; en el centro, le invita a lanzarse desde lo alto del templo de Jerusalén para ser recogido por los ángeles, y, a la derecha, le muestra las riquezas de los reinos del mundo que le dará si se postra y lo adora. Sin embargo, Cristo expulsa al demonio, quien por último desvela su verdadera faz. Tres ángeles preparan la mesa para la celebración de la Eucaristía, momento que tiene su correlación con el Sumo Sacerdote del primer plano, quien recibe la ofrenda de una bandeja llena de sangre.

sábado, 20 de abril de 2013

Naturaleza muerta con copa, corona de flores y joyero / Jan Bruegel el Viejo

Museos Reales de Bellas Artes, Bruselas

Jan Bruegel el Viejo
Los cuadros de flores y guirnaldas de Bruegel de Velours se caracterizan por una gran profusión de detalles y por una ejecución minuciosa. En sus últimas obras consiguió una mayor claridad y nitidez. Su maestría, derivada de la pintura miniaturista, puede admirarse también en las obras de Rubens.

Paisaje con molino de viento / Jan Bruegel el Viejo

Museo del Prado, Madrid

Jan Bruegel el Viejo
En los paisajes de Bruegel de Velours se advierte la influencia de su padre, así como de Jóos de Momper y de Paul Bril. Hasta 1600 prefirió los paisajes de fantasía, pero luego se decantó por la atenta observación de la naturaleza, el colorido y la estructura pictórica del barroco temprano. Abandonó las escenas sobrecargados de detalles en favor de imágenes más austeras, con pocos motivos y algunas figuras bajo la luz cambiante.

Perros corriendo - Laufende Hunde - Constant Troyon

Perros corriendo - Laufende Hunde - Constant Troyon - Museo Pushkin, Moscú. Troyon se inspiró en los pintores holandeses de los siglos XVII y XVIII, como Jan van Goyen y Salomón van Ruysdael, especializados en paisajes y en representaciones de animales. Entre 1847 y 1848 hizo un viaje a Holanda con el objetivo de estudiar directamente sus obras, conservadas en museos y colecciones particulares, y de identificar las características fundamentales de su estilo.
Museo Pushkin, Moscú
1853
75 x 111 cm. Óleo sobre lienzo

Constant Troyon
Troyon se inspiró en los pintores holandeses de los siglos XVII y XVIII, como Jan van Goyen y Salomón van Ruysdael, especializados en paisajes y en representaciones de animales. Entre 1847 y 1848 hizo un viaje a Holanda con el objetivo de estudiar directamente sus obras, conservadas en museos y colecciones particulares, y de identificar las características fundamentales de su estilo.

martes, 16 de abril de 2013

Muchacho que juega a cartas / Jean-Baptiste Siméon Chardin

Galería de los Uffizi, Florencia

Jean-Baptiste Siméon Chardin
En su pintura de género, Chardin introduce al personaje retratado en una escena altamente poética, lo que le confiere un carácter intemporal. A pesar de la cercanía espacial, que viene dada por la proximidad de la escena, el joven resulta inaccesible para el espectador. El muchacho, representado de perfil, está plenamente concentrado en el juego. Su postura relajada, los naipes y el cajón medio abierto indican la proximidad existente entre pintura de género y naturaleza muerta.

Lucrezia Panciatichi / Angelo Bronzino

Galería de los Uffizi, Florencia

Angelo Bronzino
Este retrato de la esposa de Bartolomeo Panciatichi se caracteriza por su intangibilidad. Bartolomeo se casó en 1528 con Lucrezia de Gismondo Pucci (1507-1572), de su misma edad. Los dos fueron retratados en la misma época, pero no se concibieron como obra conjunta. La esposa apoya su mano derecha sobre un libro abierto, lo que otorga un carácter personal al retrato.

lunes, 15 de abril de 2013

Leonor de Toledo y su hijo Fernando de Médicis / Angelo Bronzino

Galería de los Uffizi, Florencia

Angelo Bronzino
El artista consigue el distanciamiento en sus retratos a través de una fisonomía rígida y también por medio de un colorido de tipo vidriado. La esposa de Cosme de Médicis y su hijo parecen ensimismados y ajenos al tiempo y al espacio. El tratamiento cuidadoso de los detalles de las telas es típico de Bronzino.

Los atributos de las artes / Jean-Baptiste Siméon Chardin

Museo del Louvre, París

Jean-Baptiste Siméon Chardin
Chardin muestra en esta obra la esencia del arte. En el centro se encuentra Mercurio, mensajero de los dioses y mediador de la inspiración artística. A su alrededor se agrupan los atributos de los distintos géneros artísticos: paleta y pincel en alusión a la pintura, estatua y compás para la escultura, y escuadra para la arquitectura. La recompensa de un trabajo disciplinado es el reconocimiento público, al que alude la banda de la orden. La intensa iluminación es algo poco habitual en la obra del artista. Se puede apreciar el fuerte contraste de claroscuro derivado de la potente luz que incide sobre la estatua de Mercurio, quien está en actitud de atarse los zapatos.

Napoleón III y Eugenia observando el proyecto de ampliación del Louvre en 1853 - The completion of the Louvre. The Emperor approving the plans submitted by Mr. Visconti - Ange Tissier

 Napoleón III y Eugenia observando el proyecto de ampliación del Louvre en 1853 -  The completion of the Louvre. The Emperor approving the plans submitted by Mr. Visconti - Ange Tissier - Musée National du Château et des Trianons, Versalles. Napoleón III y su mujer, la condesa española Eugenia de Montijo, promovieron muchas empresas culturales, como la construcción de la Opera, un proyecto del arquitecto Charles Garnier que se empezó en 1862 y fue inaugurado el 15 de diciembre de 1875. El palacio del Louvre, iniciado en 1528, reinando Francisco I, fue engrandecido bajo Napoleón I por los arquitectos Charles Percier y Pierre-Francois Fontaine. Napoleón III encargó nuevas obras de ampliación a los arquitectos Louís Visconti y Hector- Martin Lefuel.
Musée National du Château et des Trianons, Versalles
1865
178 x 231 cm. Óleo sobre lienzo

Ange Tissier
Napoleón III y su mujer, la condesa española Eugenia de Montijo, promovieron muchas empresas culturales, como la construcción de la Opera, un proyecto del arquitecto Charles Garnier que se empezó en 1862 y fue inaugurado el 15 de diciembre de 1875. El palacio del Louvre, iniciado en 1528, reinando Francisco I, fue engrandecido bajo Napoleón I por los arquitectos Charles Percier y Pierre-Francois Fontaine. Napoleón III encargó nuevas obras de ampliación a los arquitectos Louís Visconti y Hector- Martin Lefuel.

sábado, 13 de abril de 2013

Le Pont Neuf / Pierre-Auguste Renoir

National Gallery of Art, Washington

Pierre-Auguste Renoir
Con este cuadro, Renoir, pintó una de las vistas urbanas a contraluz más bellas de todos los tiempos. El artista pintó la escena desde una ventana del segundo piso de un café, donde podía trabajar sin gastar más de diez céntimos, el precio de dos cafés. Mientras tanto su hermano Edmond detenía a los transeúntes con cualquier excusa para que el pintor pudiese esbozar rápidamente las figuras, cosa que hacía con pocas pinceladas y toques veloces de color. Renoir se limita a insinuar los detalles de la ropa y las facciones de las caras sin definirlos, para dar una impresión de movimiento y acercarse al efecto que podría tener una instantánea fotográfica. Hace un día despejado. El cielo azul, por el que pasan nubes blancas como copos de algodón, aún da más luz y brillo a la escena. Al fondo, a la derecha, se entrevé la estatua ecuestre de Enrique IV sobre un macizo pedestal. Abajo, a la derecha, vemos uno de los muchos establecimientos de baños que bordeaban el curso del Sena. Las sombras no están delineadas con negro y gris, tal como establecían las reglas académicas, sino con colores, en este caso tonos cálidos de azul, que sugieren la impresión de la luz intensa de principios de la tarde. Entre los abundantes personajes que dan vida al puente parisino vemos uno que se repite: abajo, en el centro, y cerca de la esquina inferior izquierda. Lleva un sombrero claro de paja y un bastón. Se trata de Edmond, hermano (y en este caso ayudante) del pintor.

Laura Battiferri / Angelo Bronzino

Palacio de la Signoria, Florencia

Angelo Bronzino
Bronzino muestra a la poeta, esposa de Bartolomeo Ammannati, con la cabeza levantada, en actitud orgullosa. No sólo realizó un retrato representativo al mostrar a la poetisa con un libro, sino que captó también un rasgo psicológico. La fuerza religiosa de la forma adusta de la mujer hace referencia al espíritu de la Contrarreforma, que influyó en el arte de la época.

Las dos mujeres (Las cortesanas) / Vittore Carpaccio

Museo Correr, Venecia

Vittore Carpaccio
Las obras de Carpaccio suelen presentar una composición sencilla. En este caso, por ejemplo, las figuras y los objetos están representados sin ningún refinamiento. El atractivo del cuadro depende precisamente de esta circunstancia, así como del misterio que parece desprenderse de él. Cabe preguntarse si las mujeres son cortesanas que están sentadas en el balcón y dejan transcurrir las horas con aburrimiento. Se desconocen también las alusiones que puedan encerrar las distintas figuras. Se trata de una pintura de género poco habitual para la época.

jueves, 11 de abril de 2013

La visión de san Agustín / Vittore Carpaccio

Scuola di San Giorgio degli Schiavoni, Venecia

Vittore Carpaccio
Carpaccio realizó para esta escuela una serie de cuadros con escenas de la vida de sus santos patrones, Jorge, Trifón y Jerónimo. Este último se le aparece a san Agustín, en la pintura que nos ocupa, en forma de rayo de luz que entra por la ventana de su cuarto de trabajo. La suave luminosidad reviste todos los objetos de un encanto apacible. Tanto el santo como el perro quedan traspuestos ante la visión mística.

Fiesta veneciana / Jean-Antoine Watteau

Fiesta veneciana / Jean-Antoine Watteau, National Gallery of Scotland, Edimburgo, Venetian party, En esta fiesta galante nada ni nadie reivindica ser el centro: ni la absorta pareja que baila el minué, ni el ensimismado gaitero, ni el caballero ocupado con la conquista de su amada, ni la pareja que pasea ante la fuente, ni las dos damas y el comediante que intercambian confidencias. Cristo, modern art, contemporary art, Cuadros, Madrid, Art gallery, Obras maestras, Pintura, Escultura, Poesía, Artistas universales, Museos importantes, Museo del Prado, D'Orsay, Louvre, National Gallery, Italia, París, Londres, Renacimiento, Barroco, Impresionismo, New York, Florencia, Moscú, Museo del Arte.
National Gallery of Scotland, Edimburgo
1718-19
55,9 x 45,7 cm. Óleo sobre lienzo

Jean-Antoine Watteau
En esta fiesta galante nada ni nadie reivindica ser el centro: ni la absorta pareja que baila el minué, ni el ensimismado gaitero, ni el caballero ocupado con la conquista de su amada, ni la pareja que pasea ante la fuente, ni las dos damas y el comediante que intercambian confidencias. Todos estos elementos constituyen una unidad gracias a la mutación de las materias: el tafetán y el agua, las figuras vivas y la estatua de piedra, los follajes y los rizos se asemejan unos a otros, contribuyendo a sugerir el ambiente de fiesta.

Agar e Ismael en el desierto - Hagar and Ishmael in the desert - Giovanni Battista Tiépolo

Agar e Ismael en el desierto - Hagar and Ishmael in the desert - Giovanni Battista Tiepolo - Scuola di San Rocco, Venecia. Agar, la esclava de Abraham, le había dado un hijo: Ismael. Cuando Abraham los expulsó al desierto a instancias de su esposa Sara, un ángel salvó la vida del muchacho indicando a su madre el camino a una fuente. Tiepolo no sitúa este acontecimiento en un amplio paisaje abandonado, sino que lo concentra en una composición densa. En el primer plano aparece el niño, exhausto, pálido y deshidratado. Detrás de él se alza la semifigura de la bella Agar, que vuelve el rostro al ángel con una actitud suplicante para con Ismael. El ángel, fuerte y real, mira compasivo al muchacho e indica el camino hacia la fuente. La indigencia, el desamparo de la madre no se expresan por el hecho de estar perdida en el desierto, sino por el gesto de sufrimiento que recuerda a la Virgen transida de dolor de una Piedad. La insistencia con la que Agar ruega por su hijo se consigue con la densidad de la composición.
Scuola di San Rocco, Venecia
1732
140 x 120 cm. Oleo sobre lienzo

Giovanni Battista Tiépolo
Agar, la esclava de Abraham, le había dado un hijo: Ismael. Cuando Abraham los expulsó al desierto a instancias de su esposa Sara, un ángel salvó la vida del muchacho indicando a su madre el camino a una fuente. Tiepolo no sitúa este acontecimiento en un amplio paisaje abandonado, sino que lo concentra en una composición densa. En el primer plano aparece el niño, exhausto, pálido y deshidratado. Detrás de él se alza la semifigura de la bella Agar, que vuelve el rostro al ángel con una actitud suplicante para con Ismael. El ángel, fuerte y real, mira compasivo al muchacho e indica el camino hacia la fuente. La indigencia, el desamparo de la madre no se expresan por el hecho de estar perdida en el desierto, sino por el gesto de sufrimiento que recuerda a la Virgen transida de dolor de una Piedad. La insistencia con la que Agar ruega por su hijo se consigue con la densidad de la composición.


Obras de:
Giovanni Battista Tiépolo
Abraham y los tres ángeles Adoración de los Reyes Agar e ismael en el desierto
Armida abandonada por Rinaldo Investidura del obispo Harold como duque de Franconia Las virtudes teologales
Martirio de santa Águeda Virgen del Carmen


viernes, 5 de abril de 2013

La conversión de san Pablo / Michelangelo Merisi da Caravaggio

Santa María del Popolo, Roma

Michelangelo Merisi da Caravaggio
En esta obra el artista se centró en la descripción bíblica del suceso. Saulo, el caudillo del ejército que más tarde se convertiría en el apóstol san Pablo, se cae del caballo sorprendido por la aparición de Jesús. La presencia de Cristo está sólo sugerida por el rayo de luz que incide sobre el cuerpo extendido. Un anciano, el único acompañante y testigo del suceso, aparta el caballo, que pasa con cuidado sobre el jinete.

El río de los mendigos / Canaletto

Ca'Rezzonico, Venecia

Canaletto
Los pintores barrocos venecianos reprodujeron en muy pocas ocasiones los barrios pobres de la ciudad, ya que estaban interesados sobre todo en los ambientes selectos. Resulta sorprendente que Canaletto pintara el barrio pobre con gran rigor topográfico y riqueza de detalles. Utilizó un limitado contraste de luces y sombras para subrayar el realismo de la escena, y consiguió dotar a la vista de un ambiente íntimo y lleno de misterio.

jueves, 4 de abril de 2013

Jean-Frédéric Bazille frente al caballete / Pierre-Auguste Renoir

Museo D'Orsay, París

Pierre-Auguste Renoir
Bazille empezó a pintar cuando todavía era estudiante de medicina, alentado por un amigo de la familia, el marchante Alfred Bruyas. Renoir retrató a su amigo en el estudio, frente al caballete, mientras pintaba una Naturaleza muerta con garza y arrendajo que hoy se encuentra en el Museo Fabre de Montpellier. A sus espaldas se adivina El camino nevado de Claude Monet, actualmente en una colección privada.

El puente de Mantes / Jean Baptiste-Camille Corot

Museo del Louvre, París

Jean Baptiste-Camille Corot
En los paisajes fluviales como este, puede advertirse la gran cantidad de puntos de contacto entre Corot y la pintura de los impresionistas, desde la elección inusual del punto de vista hasta el lirismo y placidez del ambiente. Las ramas desnudas del primer plano indican claramente una ambientación otoñal, subrayada por los tonos difusos y las luces tenues. La presencia del personaje en barca de la parte inferior se puede leer como el deseo del artista de una comunión total con la naturaleza.

martes, 2 de abril de 2013

Paisaje catalán (El cazador) / Joan Miró

Museo de Arte Moderno de Nueva York

Joan Miró
Miró acababa de descubrir su propio lenguaje. Una vez tomada conciencia de ello, empezó a desarrollarlo y a evolucionarlo. Los objetos y los personajes son despojados de su realidad física para conservar únicamente la plasmación en signos del vocabulario del artista, que poco a poco irá confeccionando y ampliando.

El Foro romano desde los jardines Farnese / Jean-Baptiste-Camille Corot

Museo del Louvre, París

Jean-Baptiste-Camille Corot
Dotado de excelentes facultades técnicas, Corot supo plasmar con gran destreza tanto los detalles arquitectónicos del Foro y de los otros edificios como los detalles naturales de la vegetación del primer plano. La alternancia entre zonas de luz y sombra, una peculiaridad de muchos de sus paisajes, infunde movimiento y profundidad.

El papa Ciriaco recibe a los peregrinos ante la muralla de Roma / Vittore Carpaccio

Galería de la Academia, Venecia

Vittore Carpaccio
El cuadro pertenece a un grupo de nueve obras con escenas de la vida de santa Úrsula, para la Escuela de Santa Úrsula. Comienza con la petición de mano de la hija del rey, cristiana, por parte de un príncipe pagano, y finaliza con el martirio de la santa por los hunos en Colonia. El ciclo se centra sobre todo en el viaje del gran séquito, como en este caso, en que el Papa sale al encuentro de los prometidos frente al castillo de Sant'Angelo. El séquito de santa Úrsula aparece a la izquierda del cuadro; en el centro y a la derecha, junto al Papa, se ve a un gran número de altos dignatarios religiosos.

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