Leonardo da Vinci
La composición de esta pintura sobre tabla contiene los elementos fundamentales de un manierismo embrionario. Las figuras de la Virgen y santa Ana, superpuestas, dan lugar a una integración de formas de estructura muy compleja. El equilibrio de masas ha sido perfectamente estudiado y resuelto a base de disponer a la Virgen en una curiosa actitud flexionada. Las luces que modelan los rostros proceden de una fuente indeterminada, lo que proporciona a los mismos un cierto carácter irreal. Como en La Gioconda, hallamos en esta obra una técnica de extraordinaria perfección, compuesta por pinceladas muy ligeras que carecen de individualidad. La capa de pigmento es de tal ligereza que en algunos puntos permite ver el dibujo preparatorio.
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