La evolución de conceptos y métodos de ejecución que experimentó la pintura de Velázquez puede seguirse admirablemente en los retratos de personas regias. Así, el de Mariana de Austria, ejecutado a su regreso del segundo viaje a Italia, pone de manifiesto la depuración y simplificación de la técnica alcanzadas por el artista, quien valiéndose de una pincelada de carácter abocetado consigue crear la ilusión de la existencia real de los objetos. Ello es palmario en este retrato, por ejemplo en el tratamiento de las ricas telas galoneadas de la indumentaria de la reina, a la que la luz proporciona inflexiones de gran sutilidad, o en la descripción de la masa de pliegues del cortinaje recogido en la parte superior de la composición.
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