Museo de Sao Paulo
1624
203 x 106 cm. Óleo sobre lienzo
1624
203 x 106 cm. Óleo sobre lienzo
Diego Velázquez
Circunstancias de técnica y estilo permiten comparar esta obra con el primer retrato que de Felipe IV pintara el artista sevillano. Puesto que el conde-duque ( valido del rey que por entonces se hallaba en el ápice de su poder) era directamente responsable de la contratación de Velázquez, resulta lógico que su retrato fuese consecutivo al del monarca.
Lo representa de un modo realista, antítesis del estilo barroco cortesano desarrollado por artistas como Rubens o Bernini que idealizaban al retratado. Velázquez, por el contrario, se mantiene fiel a una tradición hispánica grave y escueta; la figura del conde-duque, embutida en su negro atuendo, se recorta sobre un fondo liso, su mano apoyada sobre una mesa cubierta por un terciopelo con ribete de galón dorado. Hay que valorar la gran simplicidad, de ciertos detalles, como el rostro y las manos, la gruesa llave de bronce dorado, la cadena que cruza el pecho, o el par de espuelas que el caballero lleva colgadas del cinto. El conde-duque aparece certeramente caracterizado en su personalidad ambiciosa y autoritaria.
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