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miércoles, 7 de agosto de 2013

Angélica encadenada / Jean-Dominique Ingres

Museo de Sao Paulo

Jean-Dominique Ingres
Ingres presenta a la heroína de la obra de Ariosto, con ambas manos unidas por una gruesa argolla de hierro, junto a un escualo de feroz aspecto. Pero el tema no es más que un pretexto para que el pintor se enfrasque en la obtención de unas calidades mórbidas en el desnudo femenino, por medio de un claroscuro difuminado y virtuoso. El aspecto convincente del estudio anatómico queda anulado, sin embargo, por la insipidez del contenido y la vaciedad de expresión en el rostro de la figura; a pesar del esfuerzo compositivo, el cuadro revela una falta de imaginación que es endémica en la producción de Ingres, autor al que hay que contemplar como extraordinario dibujante.

lunes, 27 de agosto de 2012

Madame Inès Moitessier / Jean-Dominique Ingres

National Gallery de Londres


Jean-Dominique Ingres
La especialidad de Ingres será este tipo de retratos, muy del gusto de la sociedad francesa del Neoclasicismo. Los detalles que consigue el artista con su exquisito dibujo se convierten en el elemento de mayor atracción para sus clientes. En este caso sobresale el estampado del vestido de la dama y la elegancia de la pose. Incluso la figura se refleja en el espejo situado en el fondo, creando un atractivo juego de perspectiva. Las joyas, los bordados, la textura de la piel, la madera, todos los detalles están realizados a la perfección, resultando un conjunto sumamente equilibrado en el que los colores tiene un papel protagonista. El blanco del vestido contrasta con el rojo del sillón y ambos con las tonalidades oscuras de los muebles. La expresión de la modelo no ha sido olvidada, centrando el artista la atención en el bello rostro de Mme. Moitessier, en el que apreciamos cierta influencia de las Madonnas de Rafael, el gran maestro para el pintor francés.

lunes, 6 de agosto de 2012

Napoleón Bonaparte / Jean-Dominique Ingres

Museo de las Armas de Lieja


Jean-Dominique Ingres
 Primer retrato pintado por Ingres en el que se alude a la propaganda política. Tras el cortinaje verde, una ventana abierta permite ver la catedral de San Lamberto y la ciudadela de Santa Walburga de Lieja. En primer plano podemos contemplar un Decreto que acaba de firmar el protagonista por el que se destinan ayudas económicas para la reconstrucción del suburbio de Amercour, bombardeado por las tropas austriacas. De esta manera, se querían demostrar los beneficios que brindaba el Primer Cónsul a las ciudades flamencas ante el ataque austriaco. Napoleón viste uniforme de terciopelo rojo y oculta su mano izquierda en el pecho. Tras él observamos un sillón y, a su lado, la mesa cubierta con una pesada tela oscura, sobre la que se sitúa el documento, iluminado por un potente foco de luz. El color rojo contrasta con las tonalidades oscuras que le rodean, en un interesante estudio cromático. Pero lo que destaca por encima de todo son los detalles del traje y los pliegues de las telas, expuestos con acentuado realismo gracias al dominio absoluto del dibujo por parte del artista. El joven rostro del futuro emperador - Napoleón tenía 35 años cuando se le hizo este retrato - muestra su inteligencia y tesón, compaginando así Ingres el detallismo con la expresión del modelo, característica básica de un buen retrato.

lunes, 23 de julio de 2012

Carolina Bonaparte / Jean-Dominique Ingres

Colección Particular


Jean-Dominique Ingres

Posiblemente sea éste uno de los mejores retratos de Ingres. La protagonista es Carolina Bonaparte, hermana menor del gran Napoleón Bonaparte, casada con uno de los militares más afamados del Imperio, Murat, encargado de ocupar con sus tropas España en 1808 y nombrado más tarde rey de Nápoles, aunque él hubiese preferido la Corona española en perjuicio de José Bonaparte. Carolina tenía 32 años y era una mujer alegre, aunque su felicidad iba a durar poco; meses después sería destronada y quedaría viuda. Ingres ha conseguido dominar a la perfección los requisitos imprescindibles de un buen retrato: la personalidad del modelo y los detalles de todo lo que le rodea. La dama se sitúa en una habitación, vestida con un elegante traje negro, mientras que tras un gran ventanal observamos la ciudad de Nápoles, con el Vesubio humeante al fondo. La luz penetra por la izquierda y crea zonas de claroscuro que otorgan mayor uniformidad al conjunto. El exquisito dibujo del maestro se aprecia en todos los detalles: los pliegues de los cortinajes, el sombrero, la alfombra, etc. Pero el rostro de Carolina transmite su personalidad, su fuerza, a través de esa intensa mirada que penetra directamente en el espectador. La obra desapareció en 1814, siendo identificada en 1987 en una colección neoyorquina. Esa desaparición afectó al propio Ingres, que la echaría en falta en varias ocasiones.

sábado, 20 de febrero de 2010

Retrato de mademoiselle Carolina Riviére - Portrait of Mademoiselle Caroline Riviere - Jean-Dominique Ingres


Jean-Dominique Ingres
El pintor trata el modelado del rostro y los volúmenes de los ropajes por medio de un claroscuro que ofrece notables contrastes. Puesto que la figura ha sido representada al aire libre, en tres cuartos de perfil, se pretende una verídica plasmación de su realidad en el espacio atmosférico. La composición evidencia el estudio de la pintura renacentista italiana y lleva a pensar, de forma remota, en La Gioconda de Leonardo da Vinci. El fondo paisajístico, por su parte, revela la influencia del arte flamenco.

La gran Odalisca - The Grande Odalisque - Jean-Dominique Ingres




Jean-Dominique Ingres
Cabe preguntarse si Ingres se inspiró en la Venus del espejo de Velázquez, con la que también pueden establecerse algunos paralelos. Sorprende la concreción formal conseguida por el artista, su capacidad para contrastar por medio de un tratamiento diferencial, los ropajes y los aderezos del desnudo femenino, al que una iluminación muy intencionada proporciona un elevado nivel expresivo.

La Fuente - The fountain - Jean-Dominique Ingres


Jean-Dominique Ingres
Con un criterio casi escultórico, sitúa la figura femenina ante un fondo rocoso animado por plantas trepadoras, su actitud es de un estatismo monumental. El modelado se obtiene mediante suaves transiciones tonales, buscando una morbidez de acusada sensualidad. El conjunto, como casi todos los desnudos de Ingres, resulta yerto y rebuscado, e introduce un canon muy personal de belleza anatómica. Sus calidades dibujísticas acreditan la extraordinaria técnica de su autor.

martes, 16 de febrero de 2010

El baño turco - The Turkish Bath - Jean-Dominique Ingres




Jean-Dominique Ingres
Sin duda una de las obras más famosas de Ingres y sirve para poner de manifiesto un proceso creativo característico del pintor. El lienzo era originalmente de forma cuadrada y tuvo la virtud de escandalizar profundamente a la princesa Clotilde, motivo por el cual fue devuelto a su autor, a cambio de un autorretrato pintado en fecha anterior. De nuevo en posesión de la tela, Ingres se dedicó a introducir numerosos cambios –entre ellos el de darle forma circular-, al firmar el lienzo en dicho momento, hizo constar que se trataba de la obra de un hombre de ochenta y dos años de edad.

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