Historisches Museum der Stadt de Viena
1911
27,5 x 34 cm. Óleo sobre tabla
Egon Schiele
Este pequeño óleo es uno de los cuarenta autorretratos realizados por el artista. En estas pinturas y dibujos, algunos de los cuales auténticas obras maestras, Schiele se concentra en el tema de la figura humana, en la propia introspección psicológica.
El rostro no está en el centro de la pintura, sino ligeramente desplazado y se destaca contra el fondo, cuya ambientación espacial se reduce a los términos mínimos. El artista se sirve de pinceladas de tonos cálidos y luminosos, extendidas con gestos breves y nerviosos. El efecto de solemnidad y de recogimiento que el pintor quiere expresar es reforzado por la expresión intensa y meditativa de los ojos, que miran directamente al espectador y atraen su atención, gracias a los fuertes contrastes de claroscuro.
La particular posición de la mano, con los dedos separados de modo poco natural, es repetida en otros autorretratos de esos años.
El detalle del fondo, con sus colores vivaces, remite a las ricas decoraciones del «período de oro» de Klimt. A partir de 1908 Schiele frecuenta las muestras organizadas por el Kunstschau, el grupo de artistas capitaneados por Klimt, al que considera durante toda la vida su padre espiritual.