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domingo, 23 de junio de 2013

El Cristo de Velázquez - Miguel de Unamuno

El Cristo de Velázquez - Miguel de Unamuno. ¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?  ¿Por qué ese velo de cerrada noche  de tu abundosa cabellera negra  de nazareno cae sobre tu frente?  Miras dentro de Ti, donde está el reino  de Dios; dentro de Ti, donde alborea  el sol eterno de las almas vivas.  Blanco tu cuerpo está como el espejo  del padre de la luz, del sol vivífico;  blanco tu cuerpo al modo de la luna  que muerta ronda en torno de su madre  nuestra cansada vagabunda tierra;  blanco tu cuerpo está como la hostia  del cielo de la noche soberana,  de ese cielo tan negro como el velo  de tu abundosa cabellera negra  de nazareno.  Que eres, Cristo, el único  hombre que sucumbió de pleno grado,  triunfador de la muerte, que a la vida  por Ti quedó encumbrada. Desde entonces  por Ti nos vivifica esa tu muerte,  por Ti la muerte se ha hecho nuestra madre,  por Ti la muerte es el amparo dulce  que azucara amargores de la vida;  por Ti, el Hombre muerto que no muere  blanco cual luna de la noche. Es sueño,  Cristo, la vida y es la muerte vela.  Mientras la tierra sueña solitaria,  vela la blanca luna; vela el Hombre  desde su cruz, mientras los hombres sueñan;  vela el Hombre sin sangre, el Hombre blanco  como la luna de la noche negra;  vela el Hombre que dio toda su sangre  por que las gentes sepan que son hombres.  Tú salvaste a la muerte. Abres tus brazos  a la noche, que es negra y muy hermosa,  porque el sol de la vida la ha mirado  con sus ojos de fuego: que a la noche  morena la hizo el sol y tan hermosa.  Y es hermosa la luna solitaria,  la blanca luna en la estrellada noche  negra cual la abundosa cabellera  negra del nazareno. Blanca luna  como el cuerpo del Hombre en cruz, espejo  del sol de vida, del que nunca muere.  Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre  nos guían en la noche de este mundo  ungiéndonos con la esperanza recia  de un día eterno. Noche cariñosa,  ¡oh noche, madre de los blandos sueños,  madre de la esperanza, dulce Noche,  noche oscura del alma, eres nodriza  de la esperanza en Cristo salvador!

MIGUEL DE UNAMUNO

Bilbao, 1864-Salamanca, 1936




¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de Ti, donde está el reino
de Dios; dentro de Ti, donde alborea
el sol eterno de las almas vivas.
Blanco tu cuerpo está como el espejo
del padre de la luz, del sol vivífico;
blanco tu cuerpo al modo de la luna
que muerta ronda en torno de su madre
nuestra cansada vagabunda tierra;
blanco tu cuerpo está como la hostia
del cielo de la noche soberana,
de ese cielo tan negro como el velo
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno.
Que eres, Cristo, el único
hombre que sucumbió de pleno grado,
triunfador de la muerte, que a la vida
por Ti quedó encumbrada. Desde entonces
por Ti nos vivifica esa tu muerte,
por Ti la muerte se ha hecho nuestra madre,
por Ti la muerte es el amparo dulce
que azucara amargores de la vida;
por Ti, el Hombre muerto que no muere
blanco cual luna de la noche. Es sueño,
Cristo, la vida y es la muerte vela.
Mientras la tierra sueña solitaria,
vela la blanca luna; vela el Hombre
desde su cruz, mientras los hombres sueñan;
vela el Hombre sin sangre, el Hombre blanco
como la luna de la noche negra;
vela el Hombre que dio toda su sangre
por que las gentes sepan que son hombres.
Tú salvaste a la muerte. Abres tus brazos
a la noche, que es negra y muy hermosa,
porque el sol de la vida la ha mirado
con sus ojos de fuego: que a la noche
morena la hizo el sol y tan hermosa.
Y es hermosa la luna solitaria,
la blanca luna en la estrellada noche
negra cual la abundosa cabellera
negra del nazareno. Blanca luna
como el cuerpo del Hombre en cruz, espejo
del sol de vida, del que nunca muere.
Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre
nos guían en la noche de este mundo
ungiéndonos con la esperanza recia
de un día eterno. Noche cariñosa,
¡oh noche, madre de los blandos sueños,
madre de la esperanza, dulce Noche,
noche oscura del alma, eres nodriza
de la esperanza en Cristo salvador!

lunes, 28 de marzo de 2011

Auto de fe – Rafael de León

Auto de fe

Esta noche de agosto
he quemado tus cartas...
¡Ocho años de vida apasionada!


Mi corazón ardía
en medio de las llamas,
rodeado de fechas,
¡cenizas de mi alma!

Los abrazos crujían,
los besos se quejaban,
y los dulces "¡te quiero!"
de tinta y de esperanza,
en una pirueta
de fuego, se rizaban.

Como una serpentina,
tu nombre se alargaba,
y era un puente la firma
sobre un río de brasas
que, silenciosamente,
sin voz, se desplomaba.

Esta noche de agosto
he quemado tus cartas...

¡Ocho años de vida apasionada!

Rafael de León

domingo, 27 de marzo de 2011

En el estanque del día... – Rafael de León

En el estanque del día...

En el estanque del día
se han mojado tus palabras.

El «no» sin eco posible
de tu voz embalsamada,
se está muriendo de frío
en los cristales del agua.
Enlace: Narciso - Michelangelo Merisi da Caravaggio

Mis «te quiero», salvavidas
inútiles de mis ansias,
son ceros siempre a la izquierda
de este amor sin esperanza,
de este amor, río dormido,
entre sombras y entre ramas;
de este amor, lirio sin nombre
deshojado en la mañana...

En la rosa de los vientos
clavé, mi amor, tus palabras.

Tu «no», payaso de circo,
dando la vuelta de campana,
al hacer una pirueta
cayó de la rosa al agua.
De nada sirvió el «te quiero»
último de mi garganta;
de nada sirvió la luna
que te mandé iluminada
con jazmines de mi llanto
y óleo de almendras amargas.

Tu «no», de arroz empolvado,
se deshojó sobre el agua...

Rafael de León

sábado, 26 de marzo de 2011

Glosa a la soleá – Rafael de León

Glosa a la soleá

¿Te acuerdas de aquella copla
que escuchamos aquel día
sin saber quién la cantaba
ni de qué rincón salía?
Pero qué estilo, qué duende,
qué sentimiento y qué voz;
creo que se nos saltaron
las lágrimas a los dos.
"Toíto te lo consiento
menos faltare a mi mare
que a una mare no se encuentra
y a ti te encontré en la calle".

No vayas a figurarte
que esto va con intensión.
Tú sabes que por ti tengo
clavao en mi corazón
el queré más puro y firme
que ningún hombre sintiera
por la que Dios uno y trino
le entregó por compañera.
Pero es bonita la copla
y entra bien por soleares:
"Toíto te lo consiento
menos faltare a mi mare..."
Y me enterao casualmente
de que le fartaste ayé
y nadie me lo ha contao,
nadie, pero yo lo sé.
Yo tengo entre dos amores
mi corazón repartío
si le encuentro a uno llorando
es que el otro le ha ofendío;
y mira, nunca me quejo
de tus caprichos constantes.
¿Quiere un vestío? ¡catorse!
¿quiere un reló? ¡de brillantes!
Ni me importa que la gente
vaya de mí murmurando
que si soy pa ti un muñeco,
que si me has quitao er mando
que en la diestra y la siniestra
tienes un par de agujeros
por donde se va a los baños
el río de mis dineros...
¡Y a mí qué...?

Con tal de que de mi lao
tú nunca te desepares
toíto te lo consiento
menos faltarle a mi mare.
Porque esa mimbre de luto
que no levanta la voz
que no ha tenío siquiera
contigo ni un sí ni un no;
que anda como una pavesa,
que no gime ni suspira,
que se le llenan los ojos
de gloria cuando nos mira;
que me crió con su sangre;
que me llevaba la mano
para que me santiguara
como todo fiel cristiano
y en las candelas del hijo
consumió su juventú
cuando era cuarenta veses
mucho más guapa que tú.
Tienes que hacerte a la cuenta
que la has visto en los artare
y jincarte de rodillas
antes de hablarle a mi mare;
porque el amó que te tengo
se lo debes a su amó,
que yo me casé contigo
porque ella me lo mandó.
Conque a ver si tu consiensia
se aprende esta copla mía
mu semejante a aquer cante
que escuchamos aquer día
sin sabé quién lo cantaba
ni de qué rincón salía.

"A la mare de mi arma
la quiero desde la cuna;
por Dios, no me la avasalles
que mare no hay más que una
y a ti te encontré en la calle".

Rafael de León

jueves, 17 de marzo de 2011

miércoles, 16 de marzo de 2011

Susana y los viejos – Jorge Guillén

Jorge Guillén

Furtivos, silenciosos, tensos, avizorantes,
se deslizan, escrutan y apartando la rama
alargan sus miradas hasta el lugar del drama:
el choque de un desnudo con los sueños de antes.

A solas y soñando ya han sido los amantes
posibles, inminentes, en visión, de la dama.
Tal desnudez real ahora los inflama
que los viejos se asoman, tímidos estudiantes.

¿Son viejos? Eso cuentan. Es cómputo oficial.
En su carne se sienten, se afirman juveniles
porque lo son. Susana surge ante su deseo,
que conserva un impulso cándido de caudal.

Otoños hay con cimas y ráfagas de abriles.
-Ah, Susana. -¡Qué horror! -Perdóname. ¡Te veo!

Jorge Guillén

martes, 15 de marzo de 2011

Tu pie – Alberto Angel Montoya

Alberto Angel Montoya

Nardo y rosa, tu pie guarda una clave
de voluptuosidad que me estremece,
cuando en la alfombra silenciosa y suave,
bajo tu bata, al caminar, florece.

Si en las manos lo tomo, me parece,
transido al roce de mi tacto, un ave
que al sentirse cautiva, desfallece:
tan pequeño es que entre mi mano cabe.

Ni en la húmeda curva de tu labio,
ni en tu seno rotundo, ni en el sabio
giro sensual mi esclavitud persiste.

Ese pie, nardo y rosa, diminuto,
en el espasmo breve de un minuto
tornó mi beso eternamente triste.

Alberto Angel Montoya

lunes, 14 de marzo de 2011

Amor de frutas – Gioconda Belli

Gioconda Belli

Déjame que esparza
manzanas en tu sexo
néctares de mango
carne de fresas;
Enlace: Muchacho con un cesto de frutas-Caravaggio


Te abrazo y corren las mandarinas;
te beso y todas las uvas sueltan
el vino oculto de su corazón
sobre mi boca.
Mi lengua siente en tus brazos
el zumo dulce de las naranjas
y en tus piernas el promegranate
esconde sus semillas incitantes.


Déjame que coseche los frutos de agua
que sudan en tus poros:


Mi hombre de limones y duraznos,
dame a beber fuentes de melocotones y bananos
racimos de cerezas.


Tu cuerpo es el paraíso perdido
del que nunca jamás ningún Dios
podrá expulsarme.


Gioconda Belli

domingo, 13 de marzo de 2011

Si mi voz muriera en tierra... – Rafael Alberti

Enlace: La escollera de Calais-Joseph Mallord William Turner
Si mi voz muriera en tierra...

Si mi voz muriera en tierra
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.
Llevadla al nivel del mar
y nombradla capitana
de un blanco bajel de guerra.
Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento una vela!


Rafael Alberti

sábado, 12 de marzo de 2011

La caricia adormece... – Jorge Guillén

La caricia adormece...

La caricia adormece,
y a una región conduce
más cercana a la tierra,
a su silencio y sueño,
bien tendidos, dichosos.

Y tu cuerpo está ahí, remoto y mío,
inmóvil, invisible, descuidado,
y mientras me abandono a su nostalgia,
la oscuridad absorbe en su sosiego
de gran remanso nuestro amor flotante.

Jorge Guillén

Helena o la otra cara del silencio – Odette Alonso

Helena o la otra cara del silencio

Sentada ante la rueca
Helena piensa en Paris.
Sus hijos crecen
y Menelao dormita entre las mantas
en un rincón desde donde la mira a veces.
Ella hilando la rueca
está pensando en Paris
la hermosura y el pánico
y tal vez una lágrima o un pálpito
mientras el hilo corre entre sus dedos
y Menelao dormita
y sus hijos persiguen mariposas
y Paris es un sueño que el tiempo le devuelve detenido
engalanado vencedor de nada
en esta dulce tarde en que Helena está hilando su recuerdo
con una limpia lágrima o un pálpito.

Odette Alonso

Desnudo – Jorge Guillén

Desnudo

Blancos, rosas... Azules casi en veta,
dos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
de una sombra secreta.
Pero el color, infiel a la penumbra,
se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
una forma se alumbra.
Claridad aguzada entre perfiles,
de tan puros tranquilos
que cortan y aniquilan con sus filos
las confusiones viles.
Desnuda está la carne. Su evidencia
se resuelve en reposo.
Monotonía justa: prodigioso
colmo de la presencia.
¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
Oh absoluto presente!

Jorge Guillén

viernes, 11 de marzo de 2011

Tan rubia es la niña que... – Amado Nervo

Tan rubia es la niña que...

Tan rubia es la niña que
que cuando hay sol, no se la ve.
Enlace: Brisa-Joan Beltran Bofill

Parece que se difunde
en el rayo matinal,
que con la luz se confunde
su silueta de cristal,
tinta en rosas, y parece
que en la claridad del día
se desvanece
la niña mía.

Si se asoma mi Damiana
a la ventana, y colora
la aurora su tez lozana
de albérchigo y terciopelo,
no se sabe si la aurora
ha salido a la ventana
antes de salir al cielo.

Damiana en el arrebol
de la mañanita se
diluye y, si sale el sol,
por rubia... no se la ve.

Amado Nervo

Presentimiento – Alfonsina Storni


Presentimiento

Tengo el presentimiento que he de vivir muy poco.
Esta cabeza mía se parece al crisol,
Purifica y consume.
Pero sin una queja, sin asomo de horror,
Para acabarme quiero que una tarde sin nubes,
Bajo el límpido sol,
Nazca de un gran jazmín una víbora blanca
Que dulce, dulcemente, me pique el corazón.

Alfonsina Storni

Las caricias – Manuel Altolaguirre

Las caricias

Enlace: Venus recreándose con el Amor y la Música-Tiziano
¡Qué música del tacto
las caricias contigo!
¡Qué acordes tan profundos!
¡Qué escalas de ternuras,
de durezas, de goces!
Nuestro amor silencioso
y oscuro nos eleva
a las eternas noches
que separan altísimas
los astros más distantes.
¡Qué música del tacto
las caricias contigo!

Manuel Altolaguirre

jueves, 10 de marzo de 2011

Desnudo – Manuel Altolaguirre

Desnudo

El cielo de tu tacto
amarillo cubría
el oculto jardín
de pasión y de música.
Enlace: La Venus del espejo-Diego Velázquez
Altas yedras de sangre
abrazaban tus huesos.
La caricia del alma
-brisa en temblor- movía
todo lo que tú eras.
¡Qué crepúsculo bello
de rubor y cansancio
era tu piel! Estabas
como un astro sin brillo,
recibiendo del sol
la luz de tu contorno.
Sólo bajo tus pies era de noche.
Eres cárcel de música
de la música presa,
que intentaba escapar
en cada gesto tuyo,
pero que no podía salir
y se asomaba como un niño
a los cristales de tus ojos claros.

Manuel Altolaguirre

Reposo – Vicente Aleixandre

Reposo

Una tristeza del tamaño de un pájaro.
Un aro limpio, una oquedad, un siglo.
Este pasar despacio sin sonido,
esperando el gemido de lo oscuro.
Oh tú, mármol de carne soberana.
Resplandor que traspasas los encantos,
partiendo en dos la piedra derribada.
Oh sangre, oh sangre, oh ese reloj que pulsa
los cardos cuando crecen, cuando arañan
las gargantas partidas por el beso.

Oh esa luz sin espinas que acaricia
la postrer ignorancia que es la muerte.

Vicente Aleixandre

miércoles, 9 de marzo de 2011

La bailarina de los pies desnudos – Rubén Darío

La bailarina de los pies desnudos

Iba, en un paso rítmico y felino
a avances dulces, ágiles o rudos,
con algo de animal y de divino
la bailarina de los pies desnudos.

Su falda era la falda de las rosas,
en sus pechos había dos escudos…
Constelada de casos y de cosas…
La bailarina de los pies desnudos.

Bajaban mil deleites de los senos
hacia la perla hundida del ombligo,
e iniciaban propósitos obscenos
azúcares de fresa y miel de higo.

A un lado de la silla gestatoria
estaban mis bufones y mis mudos…
¡Y era toda Selene y Anactoria
la bailarina de los pies desnudos!

Rubén Darío

Leda – Rubén Darío

Leda

El cisne en la sombra parece de nieve;
Enlace: Leda y el Cisne-Antonio Allegri da Correggio
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.

Y luego, en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata, bañado de sol.

Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.

Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van,
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.

Rubén Darío

martes, 8 de marzo de 2011

La paloma – Rafael Alberti

La paloma

Se equivocó la paloma
se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur
creyó que el trigo era agua,
se equivocaba.
Enlace: Mujeres y pájaro al claro de luna-Joan Miró

Creyó que el mar era el cielo
que la noche, la mañana,
se equivocaba,
se equivocaba.

Que las estrellas, rocío
que la calor, la nevada,
se equivocaba,
se equivocaba

Que tu falda era tu blusa
que tu corazón, su casa,
se equivocaba,
se equivocaba.

Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.

Creyó que el mar era el cielo
que la noche, la mañana
se equivocaba,
se equivocaba.

Que las estrellas, rocío
que la calor, la nevada,
se equivocaba,
se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa
que tu corazón, su casa,
se equivocaba,
se equivocaba...

Rafael Alberti

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