Reales museos de Bruselas
Hans Memling
El artista ha representado una escena dinámica y dramática con un aire estático y caso podría decirse que apacible. El santo, amarrado a un árbol y desnudo de medio cuerpo, tiene una expresión serena, que no acusa el sufrimiento. Muy poca sangre, apenas dos hilillos, brota de sus heridas. Los rostros de los verdugos no exteriorizan crueldad, atentos a montar el arco y a fijar la puntería. El paisaje, ingenuo y complicado a un tiempo, es netamente flamenco, pese a las extrañas y algo fantásticas rocas de la derecha. El riachuelo y el camino serpenteante, el molino con su rueda, el mar y la nave, las suaves colinas tienen la dulzura de Flandes, en torno a una ciudad inequívocamente de aquel país, con sus torres y fortificaciones, con sus fachadas en escalera y sus chapiteles de pizarra.
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