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sábado, 28 de diciembre de 2013

Las invenciones de los monstruos / Salvador Dalí

Arte Institute de Chicago

Salvador Dalí
Al enterarse de que el Art Institute de Chicago había comprado la obra, Dalí envió a su director, a modo de explicación, el siguiente telegrama: Satisfecho y honrado por su adquisición. Según Nostradamus, la aparición de monstruos presagia el estallido de una guerra. Este lienzo fue pintado en las montañas de Semmering, cerca de Viena, pocos meses antes del Anschluss (palabra alemana que, en un contexto político, significa 'unión', 'reunión' o 'anexión', supuso la incorporación de Austria a la Alemania nazi el 12 de marzo de 1938 como una provincia del III Reich), y posee un carácter profético. Las mujeres a caballo representan monstruos del río maternal. La jirafa en llamas representa al monstruo masculino del apocalipsis cósmico. El ángel felino representa al monstruo divino heterosexual. El reloj de arena representa al monstruo metafísico. Gala y Dalí representan al monstruo sentimental. El perrito solitario no es un verdadero monstruo. Suyo afectísimo, Salvador Dalí.” Técnicamente, el cuadro es un excelente ejemplo del virtuosismo de un pintor que ha estudiado a los maestros pretéritos y sabe combinar el realismo más crudo con métodos de representación propios del arte contemporáneo, por ejemplo, en la realización del perro situado a la derecha, a base de una mancha monocromática de color corrido. Aporta esta obra una prueba de la genialidad escénica de su autor, capaz de crear con gran economía de medios un paisaje, entre desértico y costero, al que superpone elementos y figuras sometidos a una artificiosa perspectiva científica. En el centro aparece un altar presidido por el busto feminoide de un caballo ante el que se arrodilla un ángel. Cuyo rostro se desdobla con el del felino situado junto a la escultura. Sobre la mesa ha colocado el pintor dos objetos en escayola, un busto blando –como los relojes que realizaría años después- y una mano que sostiene un huevo. También la barra de pan situada entre ellos evoca otro de los símbolos favoritos del artista, quien hizo una famosa entrada en Nueva York acompañado por un cortejo de panaderos que portaba un pan de varios metros de longitud. Tratados en grisalla aparecen en el estanque del segundo plano figuras feminoides, a menudo en actitudes equívocas. Por último, la jirafa con el lomo en llamas parece desencadenar en el horizonte una secuela de fenómenos volcánicos que ponen en el cielo tonos incandescentes. Se trata, en suma, de una composición elaborada con frialdad intelectual, la cual, según habito de Dalí, pretende crear en el espectador un sentimiento de estupor y de admiración por la inventiva del maestro.

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