Michelangelo Merisi da Caravaggio
El maestro sigue una labor de experimentación con la forma humana en ambientes luminosos de gran poder dramático. El cuadro responde a los principios del procedimiento tenebrista caravaggiesco, es decir, la sumisión de los personajes a una fuente de luz concentrada, que modela con durísimos contrastes los rostros y las indumentarias, dejando una gran parte de la composición en impenetrable oscuridad. Cristo se halla sentado a la mesa, ante un bodegón cuyos objetos poseen extraordinario relieve, rodeado por los peregrinos y dos sirvientes. El primer término –la espalda de la figura de la izquierda y el frente de la mesa- posee un grado de penumbra que permite reconocer las líneas fundamentales de los objetos, en particular la mano derecha del peregrino, cuyos dedos perfila un sutil efecto luminoso. En el plano intermedio, los restantes personajes cobran acusada corporeidad en virtud de la luz incidente, recortándose sobre un fondo al que la oscuridad concede el misterio de lo ignoto.
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