Domenico Ghirlandaio
La santa jovencita que pasó su breve vida de enferma serenamente tendida sobre una tabla, recibiendo de San Gregorio Magno el anuncio de su muerte inminente con una sonrisa de felicidad. Para ella la muerte era sinónimo de vida, sobre todo la vida del alma. La santa murió un 12 de enero, y desde esos tiempos lejanos, todos los años, en el mes de enero, en San Gimignano florecen las violetas. Violetas particulares, grandes y de intenso perfume. Toda la historia de Santa Fina es poesía, con poesía la representó Domenico, pintor ya completo. La inscripción sobre la tumba de la santa alude evidentemente a los frescos: Miracula quaeris? / Perlege quae paries vivaque signa docent/ MCCCCLXXV (¿Pides un milagro? Observa los que las paredes y las vívidas imágenes ilustran/ 1475).
Intimidad y recogimiento, inmediatez y candor, frescor y elegancia, conmovedora figurita tendida sobre el piso de su habitación, sencilla como una celda y blanca de cal y de luz. Los largos cabellos sueltos le forman una aureola, mientras que del hueco de la puerta, abierta al jardín y al cielo, asoman unas matas de rosas. El santo, solemne sobre una nube, está casi de más entre tantas pequeñas cosas; la botella y el vaso, un plato repujado y algunas frutas. Una pequeña ventana se abre a una tranquila campiña; la nodriza y la madre de la jovencita con vestidos casi monacales y blancas tocas, apenas distraídas por la visión que baja del cielo. Un rayo de sol ya a la puesta acaricia el rostro de Fina , el piso desnudo y la pared del fondo con algunas grietas.
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