Convento de San Marcos, Florencia
Domenico Ghirlandaio
Desarrollada sin dramatismo y sobre todo, con serenidad y mucha fidelidad a lo natural. Es suficiente mirar la impasible figura de Judas, sentado frente a Jesús, casi como si estuviesen en animado coloquio. La escena se desarrolla en torno a una larga mesa cubierta con un luminoso mantel bordado en punto de cruz en los extremos. Nada está dejado al azar: la vajilla, las garrafas, los cuchillos, el pan y las cerezas delante de cada convidado. Puebla los lunetos con grandes árboles y pájaros que surcan un cielo luminoso, cuya luz se refleja en la pared de la derecha, donde se abre una pequeña ventana sobre cuyo alféizar se posa un pavo real. Dos floreros completan el marco que delimita el cenáculo. Un gato acurrucado espera, paciente, la caridad de un trozo de carne.
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