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viernes, 8 de noviembre de 2013

La voz (Sueño de una noche de verano) / Edvard Munch

Museo Munch, Oslo

Edvard Munch
La voz representa, de alguna manera, la contrapartida lírica del dramatismo latente en El grito, que el artista realizó el mismo año. Se sostiene en una composición armónica, libre de la ansiedad que caracteriza las obras de Munch en esta época. Pero, a similitud de El grito, la acción es interna y la naturaleza se convierte en una espectadora del pensamiento humano. Munch sitúa en la playa a una joven, vestida de blanco, que parece estar soñando despierta; la luz, que proviene del fondo del cuadro, alude a los largos días de verano en los que el sol apenas se oculta unas horas. Diez árboles conforman la escala visual y crean líneas verticales que dan un equilibrio firme, pero no rígido. Y es que los árboles también son testigos mudos del momento que registra Munch, como también lo son los barcos y sus ocupantes, tras el hombro derecho de la joven. La voz interior de la protagonista, sus pensamientos y sus sueños, son el claro motivo del lienzo.

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