Pedro Pablo Rubens
De dimensiones gigantescas, con más de cinco metros y medio de altura, es un cuadro de altar pintado para la abadía de Afflighem, cerca de Bruselas. Fue ejecutado en los años inmediatamente anteriores a la muerte del artista en 1640, es decir, cuando Rubens era sesentón, lo que hace sorprendente la magnitud del empeño, sobre todo teniendo en cuenta que desde 1635 padecía fuertes dolores reumáticos en la mano derecha. Aun suponiendo que en una obra de estas dimensiones participaran los ayudantes del taller, la inconfundible calidad del maestro asegura su intervención personal y predominante en la obra, con un esfuerzo heroico. En este lienzo de su definitiva madurez se conjugan todos los elementos de la nueva y grandiosa iconografía creada por él y llevada a sus últimas consecuencias de dinamismo y de exaltación de las formas. El movimiento ascendente de la composición sugiere la gloria del Calvario. El aparente torbellino de figuras está perfectamente ordenado, con una sabia gradación de efectos dramáticos, con su centro en la caída de Cristo bajo el peso de la cruz, ante la Verónica, que le enjuga el rostro, la desolación de la Virgen y san Juan, el esfuerzo del Cirineo y la resistencia de los dos ladrones empujados por los soldados. Rubens fue capaz de condensar todos los episodios evangélicos de la vía dolorosa, con una imaginería nueva, dentro de la más estricta tradición iconográfica, por ejemplo, en detalles como el de hacer pelirrojo al mal ladrón igual que los pintores medievales.
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