Augustus Leopold Egg
Egg está empeñado en un realismo integral, que convierte la tragedia en una escena burguesa, en un disgusto de familia absolutamente vulgar.
Al parecer, hay un problema conyugal entre el hombre ensimismado sentado en la silla y la mujer desesperada tendida en el suelo. La clave debe estar en esa carta que el caballero tiene en su mano izquierda, un papel que debe descubrir el tempestuoso pasado. El presente, y aun el futuro, será el de las dos niñas que, arrodilladas junto a una silla juegan inocentemente sin entender nada de los extremos patéticos a que se entregan sus padres.
Más allá de la pintura, el autor se dedica a la moral y hasta a la sociología. Por otra parte, su afán realista no le permite ennoblecer o poetizar el ambiente de ese confortable salón, de tal modo que el cuadro se limita a ser un documento de costumbres. Eso sí, muy bien pintado en el sentido manual de la palabra, acreditando un oficio magistral, sin soslayar las dificultades.
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