Salvador Dalí
Dalí publicó un ensayo sobre la
belleza terrorífica y comestible de la arquitectura modernista, cuya
exuberancia orgánica fascina al pintor, familiarizado desde su juventud con la
obra de Gaudí y del modernismo catalán. Para él se trata de una arquitectura “de
deseos solidificados”. En esta línea la metáfora gastronómica y el
canibalismo son una de las constantes más significativas del pensamiento y la
iconografía dalinianos. Todo aquello que se come es perecedero, susceptible de
putrefacción y anticipo de la muerte, pero también aquello que se cocina o se
come sufre una metamorfosis que transforma lo duro en blando. Comer puede
entenderse entonces como la manera en que el sujeto incorpora a sí mismo
aquello que le es ajeno. Esta obra es un claro ejemplo de la relación de lo
comestible con la muerte.
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