Iglesia
de Ognissanti -Claustro-, Florencia
Domenico Ghirlandaio
El escenario es amplio y marcado
por líneas ágiles, vigorosas, según su estilo, pero retomando ciertos esquemas de
Andrea del Castagno. La escena está concebida de una manera un tanto
superficial desde el punto de vista psicológico y fuera de toda forma y
expresión dramática. Jesús y los Apóstoles no están muy caracterizados y sus
animos están tranquilos, incluso el de Judas, sentado solo –tal como quiere la
tradición- frente a Cristo, pero mostrando una actitud serena y en plácida y
sosegada pose. Sin embargo, el conjunto es agradable con soluciones
inteligentes y desenvueltas. Incluso los lunetos ofrecen al experto pintor
fáciles soluciones, con la visión de los árboles de un jardín toscano que
asoman por encima de la pared: cipreses, frutales, alguna que otra exótica
palmera aislada, algo extraña al ambiente. A la derecha, un pavo real se posa
en el alféizar de una ventana, mientras otros pájaros revolotean en el aire. La
mesa está cubierta con un mantel blanco bordado en punto de cruz. Platos,
garrafas, copas, saleros y cuchillos están deliberadamente colocados delante de
cada comensal, así como el pan y las cerezas. Podría ser la realista y serena
representación de una mesa florentina del tiempo. Los colores son vivaces y
rientes: la paleta es, sin duda alguna, una de las mejores de Ghirlandaio.
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