Pierre-Auguste Renoir
Con este cuadro, Renoir, pintó una de las vistas urbanas a contraluz más bellas de todos los tiempos. El artista pintó la escena desde una ventana del segundo piso de un café, donde podía trabajar sin gastar más de diez céntimos, el precio de dos cafés. Mientras tanto su hermano Edmond detenía a los transeúntes con cualquier excusa para que el pintor pudiese esbozar rápidamente las figuras, cosa que hacía con pocas pinceladas y toques veloces de color. Renoir se limita a insinuar los detalles de la ropa y las facciones de las caras sin definirlos, para dar una impresión de movimiento y acercarse al efecto que podría tener una instantánea fotográfica.
Hace un día despejado. El cielo azul, por el que pasan nubes blancas como copos de algodón, aún da más luz y brillo a la escena. Al fondo, a la derecha, se entrevé la estatua ecuestre de Enrique IV sobre un macizo pedestal. Abajo, a la derecha, vemos uno de los muchos establecimientos de baños que bordeaban el curso del Sena. Las sombras no están delineadas con negro y gris, tal como establecían las reglas académicas, sino con colores, en este caso tonos cálidos de azul, que sugieren la impresión de la luz intensa de principios de la tarde. Entre los abundantes personajes que dan vida al puente parisino vemos uno que se repite: abajo, en el centro, y cerca de la esquina inferior izquierda. Lleva un sombrero claro de paja y un bastón. Se trata de Edmond, hermano (y en este caso ayudante) del pintor.
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