Colección Particular
Paul Cézanne
Si bien Cézanne se autorretrató
en un buen número de ocasiones -curiosamente, siempre después de cumplir los
treinta años- no son muchos los ejemplos en los que muestra abiertamente su
personalidad, por lo que nos encontramos con una obra de características
especiales. El maestro de Aix aparece de perfil, girada su cabeza en tres
cuartos para dirigir su mirada hacia el espectador, una mirada pícara y llena
de simpatía, como buscando nuestra complicidad en su evolución pictórica.
La fórmula pictórica empleada es
la habitual en la década de 1890, cuando el maestro está en pleno proceso de
experimentación para conseguir alcanzar la forma y el volumen a través del
color. Para ello emplea pinceladas diluidas, aplicando el color de manera
paciente para que sea el creador de la volumetría, tal y como podemos observar
en el rostro. Las siluetas marcadas con líneas oscuras acentúan el efecto de
masa en el cuadro, al igual que la disposición de diversos toques de color en
la pared del fondo. Como bien podemos observar, Cézanne no duda en emplear su
propia figura en su proceso de investigación.
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