Giovanni Bellini
En los años finales del Quattrocento las escenas se cargarán de devoción, eliminando los maestros las referencias arquitectónicas para resaltar las figuras ante un fondo neutro, lejos de cualquier referencia anecdótica. Es el caso de esta imagen, de la misma manera que se aprecia en la obra de Mantegna, el cuñado de Bellini que ejercerá una considerable influencia sobre el maestro veneciano. La Virgen y el Niño ocupan la posición central, acompañadas de santa Catalina a la izquierda y la Magdalena a la derecha, mostrando dos tipos de belleza femenina diferentes. El Niño se sienta sobre un cojín, proyectando sus piernecillas hacia el espectador y elevando su mirada hacia arriba. La iluminación dorada refuerza el carácter piadoso y casi místico de la composición, difuminando los contornos y anticipándose al naturalismo tenebrista en el empleo de contrastes lumínicos. La volumetría y la monumentalidad de las figuras hacen de esta obra una de las más atractivas del momento.
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