Museo del Prado
1628
139 x 104 cm. Óleo sobre lienzo
1628
139 x 104 cm. Óleo sobre lienzo
Francisco de Zurbarán
Una de las imágenes más repetidas de la iconografía popular española es la de la Inmaculada Concepción. La Inmaculada Concepción de María significa, según la doctrina católica, que la Madre de Dios desde que fue concebida ha sido preservada del pecado original. Este dogma católico estaba siendo cuestionado por los protestantes en el siglo XVII por lo que en la católica España se puso de moda la imagen de la Inmaculada Concepción. Este es el motivo de la proliferación de imágenes de la Inmaculada en el arte Barroco español. La iconografía de la Inmaculada la dictó Francisco Pacheco representándola a una edad juvenil, vestida con túnica blanca y manto azul, símbolos de pureza y eternidad respectivamente, coronada con doce estrellas, la media luna y una serpiente a los pies simbolizando su dominio sobre el pecado. La Inmaculada Concepción de Zurbarán sigue las normas iconográficas dictadas por Pacheco acompañándola con el mar y con un barco, árboles y edificios en la parte baja de la imagen, posiblemente indicando su papel de intercesora entre el mundo terrenal y Dios. A pesar de ser una imagen de la Virgen, Zurbarán no elimina sus fuertes dosis de realismo al ofrecernos un rostro cercano al espectador, alejado de idealizaciones. La fuerte luz apenas crea contrastes lumínicos incidiendo en el manto de María para destacar sus pliegues. La luz dorada a su alrededor sugiere una visión sobrenatural, como si fuese el efecto de un teatro ya utilizado en la Visión de San Pedro Nolasco.
La figura de la Virgen, con
túnica carmesí y manto azul, ha sido modelada de acuerdo con los principios del
tenebrismo, situándola en un marco ambiental de notoria irrealidad. En la parte
baja aparece un paisaje convencional y hasta ingenuo, con un edificio de
aspecto castellano, un horizonte marino que lo silueta de un barco y una
palmera. Rodean a la Inmaculada nubes azuladas de las que irradia una claridad
áurea; su vaporosa naturaleza modela, en torno al halo estrellado, innumerables
cabezas de ángeles. La original combinación de elementos imaginarios con una
figura de porte realista constituye una de las características más acusadas de
la pintura religiosa de Zurbarán, que gozó de gran aceptación en la región
sevillana.
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