Alberto Durero
Tabla transferida a tela. Además del monograma en el centro de la composición, a la derecha del autorretrato de Durero, esplendente en el “manto francés comprado en Venecia”, y en la mano una cartela sujeta a un palo con la inscripción: “Iste fatiebat ano domini 1508 / albertus Dürer aleman”. Junto a él está Konrad Celtis, humanista de Nuremberg y amigo suyo, muerto pocos meses antes.
El martirio de los diez mil cristianos de Bitinia, ocurrido en el 303 por orden de Sapor rey de Persia a consecuencia del edicto de persecución de Diocleciano, ha sufrido una ampliación y varias alteraciones con respecto al grabado primitivo. Suprimido el atroz suplicio del obispo Agazio, que en el grabado presenta los ojos atravesados por un berbiquí, aparece a la izquierda, en ángulo, la crucifixión de los dos ladrones, en unos troncos bastos, mientras la cruz de maderos bien cortados yace en el suelo en medio de los anteriores, y Cristo aguarda en pie, rodeado de victimas y esbirros. Durero llega a una de sus composiciones más complejas, más ricas y armónicas, donde grupos de figuras y cosas adquieren profundidad, donde la multitud de esbirros, verdugos y personajes mezclados entre cadáveres decapitados, empalados, descuartizados y hombres azotados, precipitados en el vacío, parece girar como una rueda en torno al pintor y su compañero, para alejarse hacia un horizonte libre de horrores, a la izquierda.
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