Edgar Degas
Los retratos serán las primeras obras con las que destaque Degas, quizá debido a la mayor demanda de esta temática. De esta manera demostrará a su padre que tiene el suficiente talento artístico como para abrirse camino en el mundo de la pintura. El artista tenía 21 años cuando se retrató con un carboncillo en la mano derecha y sus ropas burguesas, mostrando así las dos facetas de su vida. Toda la atención la concentra en el rostro, iluminado por un haz de luz procedente de la izquierda. Su mirada distante resulta interesante al espectador, que ve cómo el fondo engulle los contornos del traje, apreciándose el contraste entre la oscuridad del conjunto y la claridad del rostro, la camisa y los puños. Asimismo se aprecia un contraste entre el dibujismo del rostro y la factura suelta del resto del conjunto. Esta capacidad como retratista parece estar inspirada en Rembrandt, uno de los artistas que más autorretratos realizó; las tonalidades empleadas y el aspecto del joven hacen pensar en esta hipótesis. También se sugiere una relación con la obra de Ingres. No debemos olvidar que en aquellos momentos el mundo artístico parisino se debatía ferozmente entre el Clasicismo que defendía este pintor y el Romanticismo que encabezaba Delacroix. Degas se situó, en primera instancia, del lado clasicista para ablandar a su padre, partidario de que el joven estudiara la carrera de Derecho.
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