Robert Campin
Esta extraordinaria pieza había pertenecido a la condesa de Merode, por lo que habitualmente se la conoce por el nombre de “Tríptico Mérode”. Su tabla central posee una peculiar atmósfera intimista. El pintor ha dispuesto las figuras de la Virgen y el arcángel en un interior de reducidas dimensiones, tan densamente poblado de muebles y enseres domésticos que apenas quedan espacios libres. María se halla sentada en el suelo, su espalda recostada contra un largo banco de madera cuyos extremos están decorados por cuatro leoncitos de talla. Absorta en la lectura del códice, no parece apercibirse de la presencia del mensajero divino, el cual ha iniciado el gesto de arrodillarse y va a comenzar a hablar de un momento a otro. Sobre la mesa poligonal hay una jarra con azucenas, una palmatoria, un libro y una bolsa. Los restantes enseres y elementos arquitectónicos de la estancia se hallan asimismo descritos con minuciosidad: la chimenea con sus hierros, coronada por dos hacheros, la ventana con sus postigos múltiples, el lienzo que cuelga de un soporte de madera y el caldero de bronce suspendido en el nicho del muro. La disposición del tríptico permite imaginar que san José, representado en el ala derecha, se halla en la habitación contigua, un taller de carpintería cuyo mobiliario y utillaje aparece descrito con todo rigor. El personaje se ocupa de perforar una tabla, utilizando un taladro de arco que acciona con la mano derecha e impulsa con la presión del pecho. Por la ventana del fondo, cuyos postigos se repliegan hacia el techo, se divisa el panorama de una gran plaza cerrada por las fachadas de casas de estilo gótico. En el ala izquierda, Robert Campin dispuso a la pareja de donantes; se hallan arrodillados ante los peldaños de la escalera que da acceso a la puerta de la vivienda. Gracias a que ésta se halla entreabierta, son testigos de excepción del episodio que se desarrolla en la tabla central del tríptico.
El retrato de los donantes y el personaje situado tras ellos, junto a la puerta que desde la calle permite la entrada al jardín, es suficientemente explícito. Campin ha aplicado su técnica maestra al transcribir las efigies de los encargantes de la obra. Cuya identidad no ha podido ser establecida. Sobre la base de un dibujo muy seguro, las pinceladas de óleo han creado con un claroscuro levísimo la impresión de corporeidad. El artista representa con extraordinaria precisión y detalle cada uno de los elementos, trátese de seres humanos, plantas o materiales arquitectónicos. . La vista de la calle, al fondo, constituye por sí sola un cuadro costumbrista, animado por las figuras de un jinete, una dama que cose a la puerta de la casa y otras mujeres que, como se aprecia a través de las ventanas, realizan diversas labores domésticas.