Auguste Renoir
La composición reúne los elementos que cimentaron el éxito de Renoir: tema agradable, figuras de belleza acorde con la moda del momento, paisaje apacible y sentimiento de libertad atmosférica. El cuadro retrata a una joven madre sentada en una silla de lona; a su lado, en pie, se halla la niña con sus manos en el borde de un cesto que contiene flores de diversos colores. La indumentaria de ambos personajes ha sido descrita con la técnica de pincelada diluida y ligera característica de su autor, la cual permite transparencias de la tonalidad blanca uniforme que constituye la preparación de la tela. En detalles de particular efecto expresivo, como el sombrero de la niña, decorado con flores. Renoir empastó el color con insistencia, con objeto de conseguir un relieve que contrasta con las zonas epidérmicas, tratadas en tonos casi uniformes, de calidad satinada. El rostro de la niña cobra gracias a ello una artificiosa simplicidad; la ausencia de sombras proporciona a sus rasgos, insinuados apenas por la fluctuación tonal, la dulzura que conviene a su condición infantil. Por su parte, los grandes ojos azules son como un espejo en el que se refleja la luz transparente del lugar.
Renoir utilizó en la composición el método de separación de planos que consiste en interponer una barrera entre las figuras y el paisaje de fondo. La barandilla de hierro por la que trepa la enredadera es el elemento que divide dos ambientes distintos, intimista el que alberga las figuras e ilimitado el del panorama fluvial.
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