Paul Cézanne
Una de las aspiraciones de Paul Cézanne fue también la pintura de imaginación. A esta faceta de su personalidad corresponde esta obra, que realizó en 1873, una década después que el controvertido lienzo de Manet. Se trata de un delicioso e irónico ejercicio, simple nota de color, en el que aparecen todos los elementos del original –el desnudo femenino, la criada negra y el gato-, a los que se añade la figura del propio autor, en un marco grandilocuente decorado con jarrones, cortinajes y una mesa con frutos. La viveza del color, la economía de medios y su carácter abocetado dan a esta composición un especial encanto.
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