Edgar Degas
Los pintores realistas sintieron una enorme atracción por la vida moderna, especialmente por las escenas populares, como los campesinos de Millet, los vagones de tercera clase de Daumier o los picapedreros de Courbet. Degas se interesará por la vida de la clase burguesa, suponiendo esto una ruptura con el Realismo tradicional y un acercamiento a los conceptos del Impresionismo. Por eso él adopta como tema de este cuadro - y de otros muchos más - las carreras de caballos. Los hipódromos estaban de moda en aquellos momentos entre los burgueses de París, por lo que Degas busca en ellos su inspiración. Bien es cierto que su atracción por los caballos le llevó a copiar estampas inglesas de hípica, así como los equinos que aparecían en los cuadros de Delacroix. Por eso los caballos son los protagonistas de esta fría y nublada tarde. Estamos en el momento previo a la salida, con los caballos en reposo. Los jinetes son aficionados, inventándose Degas los tonos de sus camisas para jugar con los colores. Precisamente una de las mayores atracciones del artista serán los colores, empleando en este caso unas tonalidades brillantes para conseguir un efecto más atrayente para el espectador; de esta manera contrasta con las tonalidades oscuras del fondo, que dominan la mayor parte de la escena. Tras los caballos hay un grupo de espectadores, intuyéndose los elegantes vestidos de las damas, los sombreros y las sombrillas, a pesar de la pincelada suelta empleada para conseguir un efecto de perspectiva. Una de las principales novedades es haber cortado los planos pictóricos, debido a la influencia de la fotografía, cada vez más habitual para los pintores. En 1882 Degas se propuso recomponer la obra y trabajó en ella intensamente; añadió las chimeneas del fondo para dar un efecto más moderno e introdujo pinceladas más sueltas en esta zona.
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