Vicente López y Portaña
Vicente López procura terminar cuidadosamente sus retratos. Consigue dotarles de un realismo apreciable, si bien no acierta a darles el brío y la valentía técnica que respiran los goyescos.
Este retrato de Goya es una de sus pinturas más conocidas. Está preocupado sobremanera por la forma y el contorno, lo que hace alisar el color hasta convertirlo en esmalte, según la tradición de Mengs (su maestro). Quedan así los retratos demasiado planos y faltos de vida, como si fueran láminas plastificadas en las que no se nota la profundidad del espacio ni de la personalidad del retratado. Sin embargo, el retrato presente no está demasiado terminado, porque Goya le aconsejó que lo dejara en ese estado, resultando más auténtico que las otras obras de López.
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