Museo del Prado
Pedro Pablo Rubens
Mientras Paris guardaba los rebaños de su padre en el monte Ida, fue elegido como arbitro para dirimir el litigio que enfrentaba a las tres diosas por la posesión de la manzana de oro destinada a la más bella que Éride la Discordia, había arrojado en las bodas de Tetis y Peleo –padres de Aquiles-. Paris, desdeñando los presentes que le prometían Minerva y Juno, ofreció el premio a Venus, que le había prometido el amor de la mujer más bella del mundo, Helena, reina de esparta. Desde entonces será el protegido de la diosa del amor, que favorecerá todas sus empresas, pero se granjeará igualmente el rencor despechado de las otras dos diosas, que en lo sucesivo no dejarán de perseguir con saña implacable a Paris y a todo el pueblo troyano.
La obra de Rubens, con su exuberancia carnal expuesta sin ambages, produjo un cierto escándalo en la corte española. Acerca de ella escribe el Cardenal Infante don Fernando, gobernador de los Países Bajos, a su hermano Felipe IV: “…por dicho de todos los pintores es la mejor que ha hecho Rubens, sólo tiene una falta (…) y es estar demasiado desnudas las tres diosas. La Venus (…) es retrato muy parecido de su misma mujer...”. El comentario , revelador de una actitud, indica además cuál fue el modelo utilizado por el artista, Elena Fourment.
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