Cimabue
Esta gigantesca composición, ejecutada al temple sobre tabla, son visibles las junturas verticales de las piezas que constituyen el soporte, ha sufrido daños originados por los cambios bruscos de temperatura y humedad ambientes; a pesar de ello, es una de las obras más destacadas que se conocen del arte toscano de finales del siglo XIII. Según la fórmula bizantina, presenta a la Virgen sobre un trono dotado de escabel, con el Niño sentado en su rodilla izquierda, en actitud bendicente, y flanqueada por tres parejas de ángeles. Los personajes, cuyos rostros y manos aparecen modelados según el método habitual de la época, combinan indumentos de tonalidades roja, azul y blanca. Como compensación de la parquedad cromática el pintor utiliza con profusión el dorado, sea en los nimbos o en los fondos, enriquecidos, a su vez, con una labor punzonada de esquema reticular.
Existe, además, una evidente preocupación por dotar a las figuras de un aura de monumentalidad; en la misma dirección se proyectaría la obra de Giotto, a quien se ha creído discípulo de Cimabue.
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