Pinacoteca de Brera
Andrea Mantegna
La composición de la Madonna tiene un carácter casi abstracto, puesto que elude toda referencia al medio que rodea a las figuras. La Virgen, al parecer sentada, abraza al Niño que se halla en pie sobre su halda y con ambos brazos en torno al cuello de la Madre. El desnudo infantil, en contrapposto, constituye un ejercicio de valoración de las formas anatómicas por medio de una teoría de claroscuros que comporta transiciones tonales de extraordinaria variedad. Al situar los rostros de ambas figuras a la misma altura subraya el artista las diferencias morfológicas existentes entre la Madre y el Hijo. Los rasgos de aquélla, cortados con el patrón de una deidad clásica, poseen una densidad de sombras que sirve para contrastar la delicada fisonomía infantil, en la que se concentra la luz de origen celeste. Un examen en detalle demuestra la perfección del dibujo que sirve de base al suave procedimiento del modelado de las formas.
Los trece ángeles que Mantegna dispuso en torno a la Madonna constituyen una especie de aureola animada por ecos musicales. Sus rostros reciben un modelado escultórico muy distinto del de las figuras principales; son de carácter menos individualizado y, por comparación con aquéllas, producen el efecto de una grisalla. En algún caso, el pintor ha buscado los escorzos violentos.
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