Salvador Dalí
El interés de Dalí por la mística
le lleva a pintar varias crucifixiones entre las que destaca esta Crucifixión
de 1954, en la que se mezclan influencias de Zurbarán y el Tratado de la figura
cúbica, texto de geometría cabalística escrito en el siglo XVI por Juan de
Herrera, arquitecto de El Escorial, en el que el cuerpo de Cristo se convierte
metafísicamente en el noveno cubo. Un “sueño cósmico” reveló a Dalí que el
núcleo del átomo, la unidad misma del universo, es Cristo. El tenebrismo
barroco se conjuga a la perfección en esta obra con su habitual paisaje de
amplios horizontes desolados sobre el que flotan ingrávidos el cuerpo de Cristo
y la Cruz. Rompiendo esta inercia, a la izquierda, la figura de Gala, como
María, aporta un punto de apoyo a la obra.
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