Pinturicchio
Cuadro en el que el valor
predominante es la penetración psicológica, la observación del alma de un
adolescente. Ha prescindido aquí el artista de su brillantez y de su pompa para
presentar con toda sencillez la efigie de un mozalbete en esa edad en que se
empieza a descubrir el mundo.
Va sencillamente vestido con un
jubón cerrado y un gorrillo sobre los largos cabellos. Toda la expresión se
concentra en el rostro, pues ni siquiera se le ven las manos, y ese rostro está
definido con rasgos muy escuetos y muy precisos. Bastan para mostrarnos su
timidez, que no le permite mirar francamente al espectador como si sintiera un
receloso temor de cuanto le rodea. Con sus labios apretados y su mirada fija,
revela un espíritu introvertido al que no es ajena cierta melancolía juvenil.
Pero hay también en su fisonomía
una ensoñación, una vida interior en la que seguramente se forja su propia idea
de la vida y del universo. Y esa visión interna, llena de fantasía, es la que
pintor ha puesto como fondo del retrato, en un paisaje imaginativo, romántico,
con el agua, las rocas, la ciudad y las azuladas lejanías.
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Comenta por favor, me interesa tu opinión