Salvador Dalí
Las semejanzas entre este lienzo
y “Elenigma del deseo” son más que evidentes. Ambos forman parte del
episodio legendario de su primer encuentro con Gala en Cadaqués. La imagen está
sacada de un cromo suyo que representa una mujer oliendo un lirio. Bajo su
pincel, la imagen adquiere un sentido totalmente distinto, representando según
sus propias palabras “una gran cabeza, lívida y como de cera, con
mejillas rosadas y largas pestañas; la inmensa nariz se apoya en la tierra, la
boca ha sido reemplazada por un saltamontes cuyo vientre en descomposición está
lleno de hormigas. La cabeza está acabada en la ornamentación del estilo 1900”.
Se trata de una especie de autorretrato blando, teniendo en cuenta que Dalí
tiene toda una teoría sobre lo blando y lo duro. Fundamento de su estética que
se resume en la fórmula “Vida perfecta de la morfología degenerada”.
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