Caspar David Friedrich
Friedrich encarna el alma emotiva y espiritual del romanticismo. En muchas de sus obras los personajes son símbolos de una meditación sobre el sentido de la vida y el destino del hombre después de la muerte. Este cuadro invita al espectador a verse reflejado en el personaje de espaldas, compartiendo sus emociones y sus sentimientos ante el poder e inmensidad de la naturaleza, y buscando una armonía superior con el universo.
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