El Bosco
Cristo aparece en el centro de la escena con rostro de bondad. Mediante una deformación grotesca se pone de manifiesto la crueldad y la ignorancia de los verdugos. En este cuadro el pintor plasmó con acentos nuevos la creencia de que existía una relación entre las deformidades y lo demoníaco. La peculiar plasmación de la fisonomía humana por parte del Bosco inspiró durante mucho tiempo a los caricaturistas.
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