Museo de Bruselas
Pieter Brueghel el Viejo
Es esta una de las obras más características del maestro. El tema se refiere a la llegada a Belén, para inscribirse en el censo ordenado por el emperador Augusto, de José y María, quienes, ante la afluencia de forasteros, no encuentran lugar en la posada. Este asunto evangélico pierde todo su carácter sacro en manos de Brueghel, quien no sólo prescinde de cualquier convencionalismo tradicional en la pintura religiosa, sino que, además, traspone el episodio de Palestina a una aldea flamenca cubierta por la nieve. El relato se convierte así en un gran paisaje con figuras, dentro del cual se multiplican las escenas de género, sin que le preocupen al artista la impropiedad o el anacronismo. Allí aparecen las casas del país con sus empinadas techumbres, las fachadas en escalera y hasta la iglesia con su campanario. Hasta la indumentaria de los personajes es la propia de los aldeanos del siglo XVI, no la de los judíos de la antigüedad.
Hay que buscar detenidamente a José y María para apreciar que, sin atributo externo ni símbolo visible, son la mujer montada en un burro y el hombre encorvado que tira del ramal, llevando a su lado al buey que ha de acompañar también el nacimiento del Niño en el establo, formando un pequeño grupo en la parte más próxima y casi central de la composición. Ya se ve que no van a encontrar alojamiento, porque una multitud se agolpa a la puerta de la típica posada, puesta bajo la enseña de la Corona Verde. Aquí y allá numerosas personas se afanan cargando leña, acarreando fardos, construyendo una cabaña, guisando, patinando o simplemente charlando. Es todo un mundo rural captado con observación certera y con enternecido humor.
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