Hans Holbein el Joven
Holbein presenta al personaje describiendo su ambiente, el lugar donde vive y trabaja, los utensilios de uso cotidiano. Se trata de pintar al hombre y su circunstancia. Concebido así el retrato, tiene un riquísimo valor documental, pues nos introduce en el gabinete de un comerciante internacional del siglo XVI.
Aquí está, con su lujoso traje burgués, arrimado a la mesa cubierta por tapete oriental, teniendo al alcance de la mano su reloj de tambor, la escribanía y las plumas, una caja con monedas de oro, el libro de cuentas, sellos, papeles y facturas. Y los objetos se acumulan también sobre los anaqueles, de uno de los cuales pende la pequeña balanza para pesar el oro.
No todo es negocio en la vida e este hombre. El pintor ha querido transmitirnos sus inquietudes personales y por eso ha clavado en la pared un papel con un bello dístico latino en el que lo presenta y ha puesto sobre la mesa ese delicado vaso de cristal con claveles rosados, que el artista hace resaltar sobre el ropón oscuro y a la vez armoniza con el exquisito color de la manga. Complejo bodegón, lleno de sugestivas significaciones en torno a la figura.
Éste se define, resumiendo su vida de trabajo y de ideal, de riqueza y de lucha, con un lema inscrito sobre su nombre en el lado izquierdo del tabique de tablas verdes, junto a la balanza. Dice así: “Nulla sine merore voluptas”, ningún placer sin pena.
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