Gustav Klimt
La mujer, de tres cuartos, avanza hacia la izquierda sujetando por la melena
la cabeza decapitada de Holofernes. La escena, de gran crueldad, está proyectada
en una dimensión estética dominada por el oro, a la que sirven de contrapunto
los elementos geométricos del vestido y del fondo, que asumen un valor decorativo.
La composición tiene ecos
simbolistas, decadentes que, en esa unión de eros y thanatos (amor y muerte),
exaltan una figura femenina con connotaciones demoniacas y, al mismo tiempo,
conturbadoras.
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