Joan Miró
Los sucesos del mayo francés sorprendieron a Miró con 75 años de edad. Ello no fue óbice para que el pintor no se sintiera atraído por las ansias de libertad que aquel movimiento preconizaba. Así pues, se lanzó con ímpetu a la, realización de este cuadro que, sin embargo, no finalizó hasta pasados algunos años.
La revolución de los estudiantes parisienses provocó en Miró un estado de agitación que se tradujo en un quehacer vigoroso y exuberante. La mancha negra con su cascada goteante sirve de freno a los colores que se expandían por la composición con total libertad. ¿Quizás un símbolo de la represión? El artista se lanzó con frenesí a plasmar sus sensaciones, sus emociones, y su pintura se desbordó. Sus gestos son contundentes, potentes. Una lluvia de trazos finos gotea de la mancha central adueñándose del fondo del cuadro. Las manos abiertas se plasman como símbolo de la libertad que se espera asumir. Manchas, goteos, salpicaduras, trazos vigorosos, improntas de manos abiertas... Miró se sirve de todos estos elementos para plasmar en esta impactante pintura las ansias de libertad y democracia que el pueblo, su pueblo, no había podido asumir todavía. Pudo, sin embargo, ver realizadas sus aspiraciones.
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