Henri Matisse
La danza es una alternativa lírica a la fragmentación cubista de
Picasso y a la visión trágica del expresionismo alemán. La gran novedad de esta
famosa obra reside en el dinamismo de los cuerpos, de los que se libera una fortísima
tensión vital y cromática. Las figuras se alargan en el ritmo cósmico que las transforma:
un ideal de belleza construido a partir de una síntesis absoluta de música,
poesía y pintura.
La pintura representa simbólicamente un abrazo universal en el que la
vida se interpreta como armonía cíclica que rítmicamente se repite a sí misma,
una visión en la que todas las figuras participan y expresan esa alegría de
vivir que es fundamental en el arte de Matisse. El motivo del corro danzante
aparece por vez primera en La alegría de vivir, pero aquí
Matisse simplifica la
composición eliminando una figura y adaptando la composición a la forma
rectangular del cuadro para alcanzar una armonía formal que roza la
abstracción.
La obra fue, junto a La música, un encargo del coleccionista ruso Sergei
Sukin para la decoración de su residencia de Moscú. Hay que recordar la relación
que une a Matisse con Rusia: en 1908 el artista envía a Moscú algunos cuadros
para la exposición del Toisón d'Or.
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