Harmenszoon van Rijn Rembrandt
Más de cien veces se tomó Rembrandt a sí mismo como modelo en pinturas y dibujos, por lo que su efigie nos es bien conocida en distintas edades, y en diversos estados de ánimo, en esta se representa cuando el autor tenía cincuenta y tres años.
Aquí le vemos en el apogeo de su arte, pero también prematuramente envejecido, hundido por las tribulaciones. Sus asuntos particulares e íntimos marchaban mal: en 1654 la Iglesia reformada había condenado su concubinato con Hendrickje Stoffels; dos más tarde llegó la bancarrota que le obligaría a vender sus colecciones y su casa. Estaba cargado de problemas.
La grave mirada y el rictus amargo que muestra este autorretrato acusan los desastres que le afligían. Y sin embargo, la mano del pintor no vacila. Está en pleno dominio de sus recursos pictóricos, cuando el toque se recrea en la materia espesa y la materia fluida, para lograr intensos efectos expresivos, fundidos en una luz dorada. Es ésta la plenitud de su arte.
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