Paul Gauguin
Supone un cambio temático con respecto a las obras precedentes. Pintado en 1894, durante el paréntesis en Europa, sirve para comprender la adaptabilidad de Gauguin a los escenarios más diversos. Es como si el autor hubiese retornado a sus primeros tiempos, refrescando un modo de ver el paisaje que merece el calificativo de impresionista y que puede relacionarse con el estilo de Pissarro. Hasta cierto punto constituye esta obra un ejercicio para olvidar el medio que el pintor ha abandonado, y al que pronto retornará para siempre.
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