Escuela de Aviñón
En esta composición de gran formato aparece la Virgen, sentada y en actitud orante, con el cadáver de Cristo sobre sus rodillas; sosteniendo su cabeza, en el lado izquierdo, se halla san Juan, y junto a él un donante arrodillado. El extremo opuesto lo ocupa la Magdalena, llevando un bote de perfume en una mano, invisible la otra bajo el manto con el que se enjuga una lágrima. Las figuras se recortan ante un fondo dorado liso que hace las veces de celaje sobre un horizonte de paisaje despoblado de vegetación en el que se distinguen los perfiles de una ciudad. A modo de enmarque, en los lados superiores de la tabla, existe una cenefa labrada en el oro que contiene una inscripción latina. La identidad de los personajes –excepto la de Cristo y la del donante- se halla inscrita asimismo en sus aureolas.
La técnica de ejecución de esta obra es sorprendente. En primer lugar, porque se halla realizada al óleo, lo que supone la existencia de unas texturas y gruesos de materia inusitados en la pintura gótica. Dichas calidades son apreciables mediante un examen en detalle y adquieren un singular valor expresivo en los rostros y manos de los personajes. El retrato del donante posee un intenso sentido realista, labrados sus rasgos por un procedimiento de superposición de tonos claros, destinados a representar la incidencia de la luz sobre los volúmenes faciales, el cual preludia con siglo y medio de anticipación el naturalismo caravaggiesco. Sorprende, en segundo término, la factura de esta tabla por el dominio del claroscuro, cuya riqueza de medias tintas es particularmente notable en el modelado del torso de Cristo y en los blancos paños de la indumentaria del donante. También se impone en este caso la alusión al método pictórico de Caravaggio.
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