Andrea Mantegna
Mantegna, hijo adoptivo del pintor arqueologista Squarcione, adquirió en los primeros años de su carrera en Padua un gusto por la antigüedad grecolatina que, aunado a la influencia de Donatello, habría de manifestarse en todas sus obras. Así, en esta Virgen de la Victoria, el podio sobre el que se asienta el trono mariano ofrece el pretexto para reproducir ricos materiales marmóreos y un bajorrelieve con la escena del pecado original. Propio de la moda pintoresca de las escuelas del norte de Italia es el coronamiento del sitial con una hornacina calada que se compone de guirnaldas vegetales cuajadas de frutos; de la clave de tan extraña construcción cuelga una rama de coral, producto marino que el saber popular consideraba profiláctico y utilizaba a modo de amuleto protector contra el mal de ojo. Junto a la erudición pictórica desplegada para representar a los santos que acompañan a la Virgen, Mantegna introduce, pues, elementos arrancados de las tradiciones del pueblo, con el propósito de introducir lo anecdótico para compensar el formalismo de la composición. La figura arrodillada al pie de la Virgen, a modo de donante, es sin duda retrato de Giovanni Francesco Gonzaga, ordenante del cuadro para conmemorar su victoria sobre los franceses en Fornovo.
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