Frans Hals
Cuadro adorable por la natural ingenuidad que respira. Todo es sano, risueño y apacible en este retrato, en el que el pintor se afana dócilmente en pintar con todo detalle la floreada tela del vestido infantil, los encajes y las puntillas. Un realismo apurado define las dos simpáticas figuras y les presta aliento vital. Luce aquí el más depurado oficio de la tradición neerlandesa.
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