Piet Mondrian
Estos lienzos reticulados, en los que cada casilla recibe su color, constituyen el final de una larguísima investigación en busca de un lenguaje pictórico que su autor creyó definitivo. Para llegar aquí, el artista ha dejado atrás su aprendizaje escolástico, ha superado el cubismo que le había marcado con fuerte impronta y ha procedido por eliminaciones sucesivas hasta quedarse solamente con las dos dimensiones de la superficie del lienzo para trazar sobre ella unos ritmos de líneas verticales y horizontales que rehúyen la simetría y rellenando los espacios con colores primarios y enteros, en los que cuenta mucho la oposición de los complementarios.
Esa oposición es la clave de su obra: oposición también entre colores y no-colores (negro, gris, blanco), oposición entre verticalidad y horizontalidad, oposición de dimensiones por una relación de equivalencia.
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