Alessandro Magnasco
El escenario tiene un lóbrego aspecto de mazmorra. Todas las ventanas se hallan condenadas por rejas y de los muros cuelgan gruesas cadenas que sirven para aherrojar a los presos. Tres de ellos, en lado izquierdo, yacen maltrechos, indiferentes a las exhortaciones de los frailes franciscanos. En el centro de la habitación, como parodiando la estampa del Crucificado que la preside, se levanta una horca de la que cuelga, suspendido por los brazos, otro de los reos. Al pie de la misma se halla su interrogador, acompañado por un escribano y dos soldados armados con picas. En el lado derecho, junto a la lumbre, uno de los verdugos afila un instrumento de tortura, sentado a horcajadas en un rústico banco. Extraños brebajes cuecen en la chimenea, que sirve asimismo para ahumar carnes suspendidas de barras de hierro. En un plano más próximo se produce otro interrogatorio; esta vez el preso está aherrojado por el cuello y los pesquisidores lo zarandean con saña, mientras el escribano prosigue impasiblemente su labor.
La composición explicita la técnica de Magnasco, basada en la aplicación del color en pinceladas violentas y lineales, que se superponen a la imprimación oscura del lienzo. Una de las características más personales de este método de ejecución son los efectos de luces, conseguidos por toques deslavazados y esporádicos que ponen de relieve los rasgos fisonómicos y algunos perfiles de las figuras.
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